Del presidente Rodríguez Zapatero queda, al menos en la provincia de León, un cierto regusto kennedyano; quizás amargo por aquello de lo que puedo ser y no fue, pero kennedyano al fin y al cabo, con cierta mezcla de su coetáneo Luther King. Porque Zapatero también tuvo un sueño, un sueño para su ciudad y para su provincia, para su tierra, para León.
Y para cumplir ese sueño puso en marcha grandes proyectos, en algunos casos con la oposición de algunos de sus ministros que no sabían siquiera por dónde caía León. A Zapatero le quitaba el sueño la crisis del carbón, uno de los pilares fundamentales de la economía provincial. El carbón ya le había preocupado siendo secretario general del PSOE leonés y aún le angustió más siendo diputado en el Congreso por León. En un momento dado tuvo conciencia del fin del carbón y de que la orden del cierre de las minas decretada por Bruselas era contundente. El carbón tenía –tiene- las horas contadas. Lo saben muy bien en León, Palencia, Ciudad Real, Asturias y en Teruel.
La suerte de León es que ha contado con un presidente de Gobierno y que, con las limitaciones de un sistema democrático, podía influir en la adjudicación de algunas partidas de los Presupuestos Generales del Estado. Y así surgieron esos grandes proyectos que debían ser la plataforma para construir una alternativa económica al carbón, basada en ideas innovadoras, de largo recorrido y que fueran el punto de partida para aglutinar procesos de desarrollo más complejos.
Así nació en la capital leonesa el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (Inteco), que ahora se denomina Incibe (Instituto Nacional de Ciberseguridad) y que ha logrado concentrar a una serie de empresas de alta tecnología. No es un proyecto aun suficientemente desarrollado, pero genera un alto valor añadido en León y, sobre todo, cura su enfermedad histórica: la baja autoestima de los leoneses.
El otro sueño de Zapatero fue la Ciudad de la Energía (Ciuden), cuya primera fase se construyó en una antigua central térmica en Ponferrada, la capital de la zona minera del carbón de la provincia. El gran objetivo de la Ciuden era convertir el carbón leonés en un mineral con escaso poder contaminante, con el fin de eliminar las altas emanaciones de CO2 y, por lo tanto, su alto grado de contaminación y de destrucción de la capa de ozono.
Por eso, el proyecto impulsado por Zapatero se completaba con un programa de alta tecnología e innovación que debería encargarse de recoger y almacenar el CO2 del carbón. Al contrario de lo que ha sucedido –de lo que está sucediendo con el Incibe-, la Ciuden no ha tenido la misma suerte. La captura de CO2 no se ha desarrollado y, por lo tanto, el carbón sigue con su lenta e inexorable agonía. Su anunciada muerte ha sido ya la muerte de comarcas mineras enteras como Laciana o Bierzo Alto.
La Ciuden es ahora poco más que un museo, uno de esos muchos centros de interpretación, en este caso de lujo, que pueblan todas las comarcas en crisis de España. Sí, aún desarrollan algunos proyectos tecnológicos, pero son insuficientes para hacer realidad el sueño que en su día tuvo Zapatero.
Estos días de atrás Zapatero ha visitado El Bierzo y, sin duda, no habrá podido ocultar cierta amargura por la incertidumbre que rodea el futuro de la Ciuden. Habrá comprobado cómo, gracias al dinero de los planes de reconversión minera, los pueblos de estas cuencas tienen unas infraestructuras que jamás habrían soñado. Lo malo es que son infraestructuras vacías. Los jóvenes se han marchado y los mineros jubilados matan el rato mirando el horizonte y enviando parte de sus pensiones a los hijos que tratan de buscar mejor vida fuera de España.