PREMIOS MUJER 2024

Vivir en libertad

¡Vaya frasecita! Tan eterna como lo es el círculo en todos sus puntos que son principio y fin al mismo tiempo. Libertad con todo o con nada, en multitud o en soledad, con ira o sin ira, libertad con libertad o sin ella… Libertad a fin de cuentas incluso cuando, si tratamos de definir tal concepto, comprobamos que casi la única forma de hacerlo es por la vía de la negación misma; así la facultad propia se hace negativa, la de no hacer o no ser algo, aunque a veces tengamos que darle la vuelta al hacer o ser por su contrario.

 

Pero no hay que engañarse. Esa libertad que llevamos todos en nuestro corazón y que alguna vez hemos gritado o susurrado, ese concepto de libertad sin apellidos no tiene una palabra en el diccionario que la defina; está huérfana de unas cuantas letras que, puestas una detrás de otra, llene nuestra boca a sabiendas de que dice o expresa lo que queremos expresar o decir.

 

Porque la propia sociedad, a la que la política y los políticos representan, en mayor o menor grado según la que le toque o haya tocado a uno en función de las aleatorias coordenadas de tiempo y espacio, ya se ha esforzado en ponerle apellidos a la libertad que sin poderlo evitar está y ha estado en el mercado de su realidad: libertad de expresión, religiosa, condicional, de culto, de enseñanza, de cátedra, de comercio, de información, de pensamiento, de imprenta, provisional, etc., etc…

 

¡Vivir en libertad! se escucha a coro en los conciertos de luces casi epilépticas y sonidos atronadores que son el circo antiguo de los más jóvenes –modernos púberes y adolescentes que guardan en sus bolsas por unas horas los emblemas de su condición para después volverlos a la vista de padres satisfechos y de nuevo engañados de mentirijilla–, siendo que, sin haberlo aprendido, ese grito a coro esconde la necesidad, el deseo casi animal de romper con cualquier cosa que tuerza el brazo y la conciencia y la condición que a cada uno le son dados por el hecho casi enigmático de nacer.

 

Podría yo ahora defender que vivir en libertad es posible más allá de las levísimas condiciones que el inevitable encaje social impone –supervivencia misma–, así como también podría defender su contrario: que vivir en libertad no es posible, que es pura quimera, y alegando además los mismos o parecidos argumentos. Empeño vano uno u otro y sin salida. Solamente cambiando el peso de las condiciones que ese “encaje social” impone tanto uno como otro se habrán de confundir en la misma cosa.

 

¿Entonces no hay salida? Y eso de vivir en libertad, ¿es un puro concepto? No hay que desesperar, en el caso, claro está, de que este escasísimo discurso embutido a la fuerza en un artículo le importe algo más que un comino. Porque si de lo que se trata es de bucear en el campo de la ética desde luego que no hay salida; vivir en libertad es imposible y sí, no pasa de ser un concepto.

 

Ahora bien, la conciencia tiene a su disposición otros campos en los que no solo se puede bucear sino vivir realmente en libertad. Descubrirlos y vivirlos es tarea personal y muy, pero que muy gratificante.

 

 

Juan Manuel Martínez Valdueza

7 de diciembre de 2016