PREMIOS MUJER 2024

La vida dentro del Convento de la calle del Reloj

Apenas nadie de fuera conoce muy bien cómo es el día a día entre estas cuatro paredes
Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / QUINITO
Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / QUINITO

En el corazón de la Zona Alta de Ponferrada, ubicado en la conocida calle del Reloj, se encuentra el Convento de la Purísima Concepción, en el que viven en clausura once religiosas. La vida dentro de este edificio, levantado en 1524, fluye al mismo ritmo que en el exterior, aunque apenas nadie de fuera conoce muy bien cómo es el día a día entre estas cuatro paredes. Lo cierto, es que las Concepcionistas Franciscanas pasan sus días dedicándose a la vida contemplativa, al rezo y a las labores que desempeñan.

A través de una reja de metal, una de las monjas explica la rutina que tienen en el convento. Se levantan un día normal a las seis y media de la mañana, ya que empiezan el coro a las siete, con tres cuartos de hora de oración. A continuación, explica, rezan los Laudes, después el Rosario y la Tercia, y después la misa, a las nueve.

Tras la eucaristía, que dura en torno a treinta y cinco minutos, desayunan y seguidamente tienen un cuarto de hora para el aseo de las habitaciones “o cualquier otra cosa”. Después, se incorporan a la sala de labor, en la que trabajan hasta la una menos cuarto, hora en la que vuelven a rezar las Horas Menores. Alrededor de la una comen, y cuentan con un pequeño recreo hasta las dos y cuarto, aproximadamente.

A las tres y media de la tarde vuelven al trabajo. Rezan otra Hora Menor en el coro, hasta las cuatro. Cuando salen, regresan a la sala de labor hasta las siete y media que vuelven a rezar: rezo, Vísperas, otra hora de oración, oficio de lecturas y luego a cenar, sobre las nueve y cuarto. Tras la cena, otro recreo, este hasta las diez y media. Después rezan las Completas y cada una se va a su habitación a descansar, hasta las 6 y media de la mañana. Y vuelta otra vez.

En total, son once las religiosas que viven en el convento, aunque en activo son diez, dado que una de ellas está enferma y “en activo total”, dice, son 4 o 5. La más joven, una religiosa procedente de Polonia. Sin embargo, en el año 1966, año en que llegó, este convento acogía a 29 monjas de clausura. “Con el paso de los años ya no hay gente porque ahora no tienen vocación”, señala.

Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / Claudia Cabo
Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / Claudia Cabo

Elecciones

Cada tres años las religiosas llevan a cabo unas elecciones para elegir a su abadesa o madre superiora, a través de un voto secreto. Esta, solo puede salir elegida nueve años seguidos como máximo y debe contar con el voto de todas las monjas. Después, en teoría, hay que cambiarla, aunque gracias a un permiso especial del Obispado de Astorga la madre superiora de este convento ha sido la misma en los últimos nueve años.

Cuando cumpla los doce, necesitará otro permiso, esta vez concedido por el Vaticano, en Roma. Si saliera la misma madre superiora en las siguientes elecciones, y en las siguientes (debe salir de manera continuada), tendría que acudir a la capital italiana para renovar el permiso cada tres años.

Las tareas

Es la propia madre superiora la que asigna las tareas a cada una de las religiosas. De esta forma, en el convento conviven con total organización. Los oficios se reparten cada tres años, al igual que las elecciones. Sacristana, tornera, enfermera, cocinera, refitolera… son algunas de las tareas que llevan a cabo. Aun así, algunas de las labores las realizan en conjunto, y otras, alternándose, como leer las lecturas, fregar los platos o servir.

Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / Claudia Cabo
Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / Claudia Cabo
Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / QUINITO
Convento de la Purísima Concepción en la calle del Reloj. / QUINITO