Atribuyen a Plutarco, historiador y ensayista griego, la conocida frase “La mujer del César no sólo debe ser honrada, sino que también debe parecerlo”.
Con ella quería razonar sobre la conveniencia de que las esposas de los gobernantes o personas destacadas de la sociedad griega debían mantener las formas para evitar cualquier comentario malévolo por parte del pueblo.
Viene esto a cuento porque –aun siendo un defensor convencido de la presunción de inocencia– qué difícil nos lo ponen algunos.
Veamos: La familia Pujol-Ferrusola. No estamos hablando de unos mindundis, sino de una familia que estuvo durante muchos años en la primera línea de la política catalana y, por ende, de la política española.
¿Quién no recuerda al ex-honorable Jordi Pujol, un político extraordinariamente hábil
–aunque tuviese aspecto de tratante de ganado–, que se llevó al huerto a todos los presidentes del gobierno de España que se pusieron a tiro?
Tan al huerto se los llevó, que incluso uno de ellos confesó –eso sí, un poco avergonzado– que hablaba catalán en la intimidad.
¿De qué intimidad estamos hablando? ¿Con su esposa Ana? Nada de eso, hablamos de la intimidad que se crea en el intercambio de cromos, cuando aún había cromos que cambiar.
No nos desviemos, Manuel. Jordi Pujol está casado con Marta Ferrusola, perteneciente a la alta burguesía catalana. Tienen siete hijos.
Pues bien; de los nueve miembros de la familia, ocho, están imputados por delitos contra la Hacienda Pública, por blanqueo de capitales, cohecho, tráfico de influencias, concesiones de ITV de vehículos, recepción de comisiones millonarias injustificadas….
Todos, menos Josep, tienen que pasar por los juzgados en un plazo más bien corto. ¡Qué vergüenza! ¡Este hijo va a acabar con nosotros!
Y es que en todas las familias –sobre todo si son numerosas– hay una oveja negra.
¿Qué le dirán cuando se reúnen a comer los domingos¿ ¿Con qué ojos lo mirarán? Y lo que no es menos importante: ¿Quién pagará la comida? Seguro que el pobre Josep, ¡para que espabile, coño!
Puede que sean inocentes, pero, desde luego, no lo parecen. Sobre todo, cuando Oriol –el más pequeño y, por lo que se ve, el más listo– declara que tiene una cuenta, en una de esas islas-paraíso, de ochenta millones de euros que proceden de una herencia. ¡Joder!
Estos escándalos son los que minan la confianza en la clase política. Éstos y los Bárcenas, Gurtel, los ERE de Andalucía y un largo etcétera. Aunque la inmensa mayoría sean gente legal y honrada. Lo serán, pero no lo parecen. No son de fiar, que es el patrimonio más importante que debe tener un político.
Es de fiar una persona a la que le comprarías un coche usado sin dudarlo, porque confías en su palabra.
Lo malo de la clase política española es que no te venden un coche usado; te quieren vender la moto.
Y no es lo mismo.