PREMIOS MUJER 2024

Un refugio en el Valle de los Eremitas

La iglesia de San Pedro de Villarino combate al tiempo y al olvido con puntales mientras espera su cesión al Ayuntamiento de Ponferrada, que quiere actuar y evitar que continúe su deterioro
La iglesia está ubicada en el conocido como valle de los Eremitas (César Sánchez/Ical)

 

Vanesa Silván / ICAL El Ayuntamiento de Ponferrada está dispuesto a rescatar del olvido a la iglesia de San Pedro de Villarino, actualmente incluida por la asociación Hispania Nostra en su ‘lista roja’ de patrimonio en riesgo. Totalmente abandonada, su deterioro es progresivo, víctima de los hundimientos y el expolio que la acabarán condenando a su total desaparición en unos años de no actuar. Y es que las reclamaciones y alertas sobre su deficiente estado han sido constantemente desoídas hasta tener que lamentar el derrumbe de parte del lienzo del ábside hace apenas unos años.

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César Sánchez/ical

A esta apartada iglesia se llega a través de una senda que sale del pueblo de Manzanedo de Valdueza, en un entretenido y descansado paseo entre castaños. Precisamente esa ubicación facilitó que los ladrones pudieran forzar su puerta y entrar en ella para llevarse las imágenes y todas aquellas cosas de valor que se guardaban en su interior. “Hará 20 años aproximadamente, o alguno más, forzaron la puerta y se llevaron todo lo que pudieron, se cree que lo hicieron de noche y por un camino que queda por detrás y sin pasar por el pueblo, con un motocarro, en el que cargaron los santos y las cosas que vieron de valor”, recuerda uno de los vecinos, Pedro Gallego.

Una vez sin puertas, el expolio ya fue absoluto, a excepción de la pila bautismal que, por su peso, no se llevaron y que se guarda en Manzanedo y las tres campanas que presiden su campanario, al que es imposible acceder ante la “desaparición” de sus escaleras de piedra. Gallego recalca que al faltar las puertas, las personas siguieron entrando y llevándose lo poco que quedaba, “hasta levantaron prácticamente todas las losas del suelo buscando, dicen, un tesoro que cuentan las leyendas que había”.

Así, el expolio aderezado con años de abandono e indiferencia por parte de su titular, el Obispado de Astorga, ha dejado a San Pedro de Villaríno en su crítica situación actual. Sus muros invadidos por las zarzas y la hiedra, su pórtico a punto de venirse abajo, su techumbre -que aún conserva su policromía en algunas zonas- amenaza con desplomarse en cualquier momento víctima de la agresión de la lluvia y el frío, su baptisterio solo refugio de murciélagos y un altar prácticamente inexistente, al “cobijo” de un ábside que hace ya un tiempo sucumbió y se dejó caer.

Esa es la triste imagen que presenta esta iglesia al visitante y contra la que desde el Ayuntamiento de Ponferrada se quiere luchar ahora, para lo que ya se ha solicitado al Obispado de Astorga su cesión. “Hemos solicitado la cesión y estamos pendientes de la respuesta de Astorga, mientras tenemos que estudiar también sus posibles usos y el coste que podría tener”, señala el concejal de Cultura y Patrimonio, Santiago Macías, que indica que lo más urgente sería hacer una intervención de consolidación para poner freno a su deterioro y después, poco a poco, hacer mejoras.

“Lleva los últimos 25 años cerrada al culto, si se tarda unos años más en intervenir se vendrá totalmente abajo”, advierte Macias. También preocupada por la situación de este templo está la asociación Promonumenta, que hace unas semanas procedió a su limpieza, a la colocación de las losas levantadas en el suelo interior y el apuntalamiento del pórtico y el ábside. Ellos también se han reunido con el Obispado y ya se han ofrecido para, de no haber avances antes de que vuelva la época de lluvias, colocar un plástico que proteja el tejado de las humedades y evite que se siga debilitando.

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César Sánchez/Ical

Su rastro en los archivos

En su inmersión de más de una década en los documentos del Archivo Histórico Provincial, el profesor marista Diego Rodríguez Cubero ha seguido el rastro a la iglesia de San Pedro de Villarino, que junto al resto de ermitas de La Valdueza serán protagonistas de un libro, todavía inédito, que llevará por título ‘El Valle de los Eremitas’ y cuyo coautor es el jefe del Servicio Territorial de Patrimonio, Jesús Álvarez Courel. En él se refieren a ella como matriz de esta zona del municipio de Ponferrada y que tenía como anejas las iglesias de San Justo y Pastor de Manzanedo -desaparecida en un incendio en 1710-, la de San Juan del Tejo y la de San Clemente de Valdueza.

Así, la primera pista de esta iglesia se remonta al 21 de agosto de 1128, en el tumbo viejo de Montes -libro grande de pergamino en el que se solían copiar a letra los privilegios y demás escrituras de sus pertenencias-, “a propósito de un arreglo entre el monasterio de San Pedro de Montes y el Cabildo de Astorga sobre ciertos bienes de la citada iglesia, se insiste en que tanto la iglesia de San Pedro de Villarino como la ermita cercana de Nuestra Señora de Val de Escayos eran de antigua construcción”.

Precisamente en los últimos tiempos ha habido una cierta confusión entre ambos templos y se ha dado el nombre de Nuestra Señora de Escayos a la iglesia de San Pedro. Algo que también puntualiza Rodríguez Cubero, que explica que esa ermita se encontraba en el pago de La Cistierna, ya desaparecido, muy próxima a la de Villarino y que ambas compartían procesión el 15 de agosto. Algo que también rememoran las gentes de Manzanedo, cuenta su vecino Pedro Gallego, de como “la imagen de la Virgen de Escayos era subida desde su ermita por la senda, la rodera del Rosario, y en San Pedro se encontraban los tres pueblos, Manzanedo, La Cistierna y Castrillo”.

La otras dos fiestas que se celebraran en esa iglesia eran la de su patrón, San Pedro, el 29 de junio, y San Antón, el 17 de enero. Ahora apenas hay seis casas “abiertas” en Manzanedo -oscila los fines de semana y en vacaciones- pero siglos atrás, allá por 1587, “había más de 340 personas de confesión y comunión, todos feligreses y parroquianos del beneficio”. Así lo recoge otro documento citado por Rodríguez Cubero, sobre una solicitud de su cura, Juan Diez de Balboa, para contar con un capellán que le ayudara a cumplir con sus obligaciones, ya que “había muchas misas que decir, así de obligación como de capillas”.

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César Sánchez/Ical

Una construcción popular

“Consta de cabecera cuadrada y una sola nave, con espadaña que se eleva sobre el arco triunfal y a la que se accede a través de una escalera exterior. En el muro de mediodía, bajo un sencillo pórtico de madera, se halla la puerta de ingreso al interior”. Así describe Jaime Nuño la iglesia de San Pedro en la Enciclopedia del Románico, donde también alude a su construcción “sumamente popular”, que hace difícil ubicarla en un estilo y cronología concretos. Aún así, apunta a que se trata de un templo reedificado en el siglo XVII y que conserva como único elemento medieval su portada románica.

Una portada que, por sus características, podría datar del siglo XIII. “Incluso es posible que sea una pieza totalmente remontada, como parece deducirse de la distinta traza de sus dos arcos”, puntualiza en su artículo Nuño. El experto también reconoce que “posiblemente” también llegó a tener alguna casa aneja, “como parecen indicar algunos restos y el propio topónimo”. Y es que pegados a la iglesia, entre zarzas y maleza, se ven los muros de lo que fue un antigua edificación y que en el pueblo, indica Pedro Gallego, atribuyen a lo que fuera un antiguo monasterio.

Por su parte, Rodríguez Cubero apunta a que son las ruinas de lo que fue la casa rectoral y explica que en siglo XVII se realizaron algunas reformas en ella por el valor de más de 100 ducados. “Aún no le había dado tiempo a inaugurar la parte reformada, que una noche del mes de mayo de 1658, a la una de la noche, de caso fortuito e impensable, se quemó toda la casa, con todo lo que en ella había, sin que hubiera género de remedio por la gran furia del fuego”, recogen los documentos del Archivo Histórico Provincial

Así, por más que corrieron los vecinos de Manzanedo, cuando llegaron, el fuego lo había arrasado todo y el párroco ofreció poner en venta algunos bienes del beneficio de la Iglesia para obtener el dinero necesario para reedificar la casa del cura. “Ardieron sin poder sacar nada de ellas y que se deben arreglar por ser la fundación y fábrica de las casas muy antiquísima y de inmemorial tiempo a esta parte”, aprobaron.

El incendio de Manzanedo

Medio siglo después fue el pueblo de Manzanedo el que el fue pasto de las llamas, en el amanecer del 24 de febrero de 1710, según escribe el cura de San Cristóbal, “habiendo quedado en él tres casas, siendo las quemadas más de setenta, sin poder sacar de ellas cosa alguna, por haber sido el incendio de noche y haber sido de crecido aire, que a un tiempo se abrasó todo, cuyo incendio duraría dos días”. Un fuego en el que también fue destruida la iglesia de Manzanedo y de la que solo se salvó la imagen de un Santo Cristo “muy devoto”, que fue hallada por el cura tirada en un camino.

“Con toda humildad y reverencia lo cogí en brazos por haberse quemado la cruz y estar la efigie sola con algunos pedazos de la cruz”, cuenta el párroco, que explicó que ese santo fue llevado después a la iglesia de San Pedro de Villarino. En su relato cuenta la inmensa pobreza en la que se quedaron los vecinos de “la dicha Abadía”, que subsistían de la venta de leña a la villa de Ponferrada y otras partes y “a limosna que andan ‘ostiatín’ pidiendo”, y solicitó al Rey y a los señores de su Real Consejo compasión y que les dieran alguna limosna o rebaje en los donativos o tributos que pagaban.

Con toda esa historia que carga sobre sus muros, lo único que se mantiene, más o menos, en buen estado y se ha salvado del expolio son sus tres campanas. El arqueólogo Jaime Nuño destaca además uno de sus bronces que, aunque no tienen vinculación románica, presenta una inscripción con los típicos caracteres de la época y con relieves de San Miguel y el dragón, la Virgen con el Niño bajo el doselete y dos leones pasantes flanqueando un castillo. “Una pieza bastante excepcional dada su antigüedad y en grave riesgo de desaparición”, advierte.

En Manzanedo de Valdueza confían que alguien rescate de una vez a esta iglesia “en ruina” y le devuelva parte del esplendor que tuvo tiempo atrás. “Da miedo hasta estar aquí dentro, parece que pudiera caerse en cualquier momento”, confiesa ante el pórtico apuntalado uno de sus vecinos, Pedro Gallego, que cree si estuviera “en condiciones “ atraería visitantes, al estar ubicada además al lado de una senda que une el pueblo con Peñalba de Santiago. Hasta que eso ocurra, San Pedro Villarino seguirá intentando no dejarse vencer por el tiempo y el olvido.