Coexisten en la ciudad del Sil, tres polos de atracción, de vida social y económica que, a pesar de las pocas distancias, se encuentran bien diferenciados. Por un lado se sitúa la parte antigua, el llamado casco histórico o viejo; conformado por una milla de oro turística y hostelera que va desde la denominada calle Ancha hasta la mismísima fortaleza templaria pasando, cómo no, por la plaza de la Virgen de la Encina. No hay puentes, fines de semana o temporadas turísticas que el gentío no camine por esas calles y plazas.
Luego se encuentra el verdadero centro geográfico de la capital berciana, la city de este pequeño Londres con bancos, notarios, abogados, oficinas y un comercio que se las ve y se las desea para seguir abierto a pie de mostrador. Una vez trasladado el imán de las tiendas míticas de Inditex al centro comercial del nuevo barrio de la Rosaleda poco a poco la fuga o el cierre de tiendas es una constante en el corazón contemporáneo de la ciudad.
Y por último, tenemos la nueva y futurista Ponferrada simbolizada por el centro comercial El Rosal, auténtico polo de atracción de vida, ocio y negocio que no sólo lleva a los ponferradinos, sino a todas las comarcas limítrofes hacia el moderno barrio que el boom inmobiliario dejó a medio desarrollar.
Las pugnas entre el comercio tradicional, que se resiste como gato panza arriba a la terca realidad de las nuevas costumbres y formas sociales, frente a todo aquello que sea aprobar nuevos negocios fuera del centro son una constante. En estas, el ayuntamiento de Ponferrada ha solicitado un plan especial para triangular, aunque en este caso sea cuadrangular el círculo.
En todo caso, existen ejemplos de ciudades donde la peatonalización, los aparcamientos disuasorios y otras medidas han salvado zonas de ciudades condenadas, a priori, al ostracismo. Que cunda el ejemplo.
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