El grupo berciano The Morgans actuó en La Bañeza el pasado sábado, día 27 de marzo. Este concierto fue el primero en meses, desde septiembre del año pasado. Con total respeto a las medidas de seguridad, controlándose la entrada y salida del público y manteniéndose las debidas distancias, algo más de 120 personas disfrutaron de una brillante actuación en directo que también siguieron desde sus casas un cuarto de millar. Menos de 3 días después, los dos vídeos colgados en Youtube en los que recoge el bolo, impulsado por la Diputación a través del Instituto Leonés de Cultura, sumaban unos 500 visionados entre ambos.
El Bierzo Digital pudo acompañar a esta banda berciana en su vuelta a los escenarios con las ganas acumuladas de meses, siendo testigos de las emociones sucesivas que preceden y siguen a una puesta en escena espectacular y exitosa y comprobando cómo la profesionalidad y el saber hacer de este grupo, con más de una década de andadura, caracterizan a The Morgans, una banda que en sus periplos y participaciones siempre deja por lo alto al Bierzo y a Ponferrada.
Un día con The Morgans
La jornada comienza en un bar de la zona alta con una avejentada mesa de billar y una decoración bien auténtica donde todas las caras son conocidas para César Corral, el manager de The Morgans, un tipo perfeccionista y puntual, un nombre propio en el mundo de la música en el Bierzo que tras escucharles tocar en La Vaca, hace más de una década, se subió al escenario y les preguntó si tenían representante. Le dijeron que no. Él respondió: “pues ya lo tenéis”. Y así de bien les ha ido. No lleva más bandas: “yo soy manager de un solo grupo, como el ‘Coronel’ Tom Parker solo era Manager de Elvis Presley”.
El grupo se reúne allí antes de salir aunque esta vez no habrá, como es habitual, que parar (a la ida) en Bembibre, donde la banda tiene el local, pues dos de sus miembros se han encargado ya, por la mañana, de cargar el material (los instrumentos, cables y demás artilugios) en la furgoneta que aporta Marcos Pardo, el guitarrista que (desde el punto de vista del público) se coloca a la derecha en la puesta en escena de The Morgans.
Han quedado a las cinco (17 horas) con los técnicos de iluminación y sonido en el teatro de La Bañeza y “hay que llegar a las cinco, que es cuando hemos quedado”, recuerda el manager. La carretera (una horita de trayecto por la A-6) es el primer símbolo de esta vuelta a las andadas. La banda de los hermanos Elías y Miguel Rivas tiene muchos kilómetros de asfalto entre idas y venidas, giras y bolos, grabaciones y conciertos. Han actuado en el Sonorama (un macrofestival en Aranda de Duero), con un margen de tiempo para ajustar sus instrumentos muy inferior al que tendrán hoy en La Bañeza; han estado grabando en Cádiz o han visitado los estudios de RTVE en Madrid, una especie de ciudad en la que grabaron un concierto para Radio 3. La carretera les ha ido uniendo con proyectos y retos cada vez mayores, uno tras otro superados.
La banda ha ido creciendo a base de kilómetros, como sucede con las potenciales estrellas del deporte o, en general, con quienes están llamados al estrellato. En cada lugar que han tocado, han saludado recordando que son de Ponferrada, del Bierzo, y dicha mención ha levantado aplausos y gritos en algún sector del auditorio que se dio por aludido. Siempre les pasa, toquen donde toquen hay gente de la comarca que no duda en hacerse notar.
La flota de tres coches (The Morgans prefieren viajar juntos, en furgoneta, pero en tiempos de pandemia todas las precauciones son pocas) llega a La Bañeza y, a las cinco de la tarde, el grupo, tras entrar al que será su escenario, coinciden en remarcar lo bonito que es el Teatro de La Bañeza. Pasean sobre las tablas, localizando los camerinos, sencillos y funcionales, que tendrán a su derecha, señalando las marcas que dictaminarán la posición de cada cual y se adaptan al marco que dibujan anfiteatro, palcos y platea.
El oficio, privado de ser exhibido pero nunca quedo estos meses de trabajo y ensayos, empieza a hacer suyo el espacio en silencio. Casi sin mediar palabra, los miembros de la banda empiezan a ir y venir a y de la furgoneta, y de allí, como libándola, hacen aparecer bultos que contienen cables, enganches, pedaleras, instrumentos… cada cual a lo suyo, van mudamente haciendo, cada uno, aparecer su pedestal en este templo, mientras el Teatro de La Bañeza, que suma más de 90 años erigido en la localidad, rehabilitado hace no mucho, nota que revive por dentro.
Una vez están todos en sus puestos, comienza la prueba de sonido. Primero, cada instrumento por separado, guitarras, bajo, teclados y batería. Esta última es la menos discreta, su ajuste hace resonar soberanos golpeos en toda la instalación, en una prueba de sonido que ha de pasar lacónicamente por cada uno de los tambores, generando un ambiente, dadas las fechas, bastante semanasantero. Una vez todos están, probarán a tocar juntos. Eligen Fly Away, del segundo álbum de la banda. Un, dos, tres, y tocan el tema.
La prueba de sonido tiene por objetivo que la banda suene equilibrada en conjunto para el público pero que, además, cada miembro de la misma reciba en el altavoz de su posición apropiadamente al resto. Empieza el diálogo con los técnicos: uno pide “súbeme la bateria”, otro “no oigo bien las guitarras”. Pablo, Vani, en los teclados (la banda The Morgans incorpora un toque electrónico en su sonido), es el que menos ajustes necesita hacer en su ordenador. En su caso, esta parte del trabajo “viene hecho de casa”. Su mesa tiene unos velcros que sujetan la computadora y el teclado. Los puso para ocasiones como la del Sonorama, pues en los festivales hay muy poco tiempo para entrar tras el anterior y salir para dejar entrar al que sigue, por lo que hay que ir corriendo. También tocaron en el Planeta Sound de Ponferrada, siendo los primeros en hacerlo en la edición inaugural. Solo guardan elogios en torno al cómo la capital del Bierzo fue capaz de organizar un festival al nivel “de los mejores”.
Repiten Fly Away un par de veces hasta que quedan satisfechos con cómo está resultando todo. Abandonan el escenario dejándolo preparado para la puesta en marcha del show, antes de la cual se tomarán un descanso. Se muestran extremadamente satisfechos con los técnicos de luz y de sonido y mascullan la convicción de que todo va a salir perfecto. El equipo que se ocupa de que el público disfrute al máximo de la música de The Morgans ha hecho su trabajo: los técnicos de la empresa que lleva el audio y los del teatro, que manejan las luminarias, conocen el repertorio y saben qué tienen que pedir a la banda en la prueba de sonido para que todo esté bajo control. Las luces darán calidez en los momentos tiernos y vidilla en los moviditos. Todo perfectamente planeado. Esta buena conexión entre profesionales será mencionada varias veces por Miguel, el vocalista, entre los agradecimientos, cuando tome la palabra entre canciones, desde el escenario, para reconocer el trabajo de los compañeros que están haciendo posible el concierto.
El Teatro de La Bañeza tiene frente a él un café, llamado el Teatro, el cual pone unos pinchines bastante ricos que los miembros de la banda ni prueban porque, antes de la actuación, el estómago no está para beneficios. La banda elige este local cercano para tomar carrerilla y tomar fuerzas antes del concierto, charlar, saludar a los conocidos que se han acercado desde Ponferrada, echar unas risotadas o, también, como en el caso del batería, Marcos, dibujar un rato.
Es un tiempo distendido en el que parecen relajarse tras el rato de extrema concentración que han pasado durante la prueba de sonido. Recuerdan anécdotas, hablan de esto y aquello… en el interior del teatro, todo está preparado para que puedan poner en escena todo el trabajo de estos meses, de ensayos, pruebas y adaptaciones de su repertorio a las circunstancias sanitarias.
Los temas de The Morgans son animados y bailables pero, a la vista de que en sus actuaciones, hasta que la crisis sanitaria se supere, el público deberá estar sentado, han adaptado sus canciones, sin llegar a convertirlas en versiones acústicas, para conseguir ser capaces de crear una atmósfera en la que el asistente a sus conciertos disfrute. Sus canciones han evolucionado con las circunstancias, han cambiado para seguir siendo lo mismo, demostrando la enorme madurez del grupo.
Quedan pocos minutos para demostrar esa labor de adaptación, ese trabajo de los ensayos, esa continua autoexigencia del día a día que el público no ve pero que permite que a la hora de la verdad todo reluzca perfecto.
Fin de la pausa: camino a los camerinos, pasan por delante del set de televisión que va a grabar y emitir el concierto a través de internet, en directo. Intercalan saludos y comentarios con los responsables, reciben los mejores deseos y entran dentro. En los camerinos, a medida que enfundan en sus outfits para la cita, se nota que el nerviosismo va creciendo. Mauro, el bajista, se encala su gorra, uno de las marcas de identidad de The Morgans, junto al flequillo de Vani, que ha debido ser cortado (dos personas se lo preguntarán al acabar) debido a la paternidad reciente, que le provocaba severos tirones. Risas y mutuos mensajes de ánimo, carcajadas y mensajes claros y directos. Miguel, el vocalista, habla uno tras otro con todos, repasa en alto cualesquiera aspectos, empieza a ejercer de “voz” y a través de la suya todos van viendo llegar el momento en el que empezarán a hacer sonar sus instrumentos.
Este llegará al poco, puntualmente a las 8, ante más de 120 personas que han adquirido sus entradas (aunque a lo largo del concierto entrarán algunas a mayores) y ante las aproximadamente 250 que, aunque estén en sus casas, no se lo han querido perder. El público (en la sala) es mayoritariamente menor de 50 años aunque hay dos parejas de señoras, con pinta de haber aprovechado que la iniciativa de la Diputación hacía de este un evento gratuito para ir a pasarlo bien, que han aplaudido mucho y se las ve muy satisfechas de su planazo de sábado tarde.
Casi en primera fila, a la izquierda del escenario, un grupo de chicas ha elevado los brazos desde la primera canción y bailado, de cintura para arriba, con cada tema, dando visibilidad empírica a la convicción antropológica de que la verdad de la música es la danza.
Sensaciones olvidadas
Las primeras palabras de Miguel al dirigirse al público han incluido la expresión “sensaciones olvidadas”. Para la banda, verse en la tesitura de volver a tocar tras un parón genera una serie de sensaciones que es difícil explicar. Conectar con el público, complacer a quienes disfrutan con la música que uno hace, volver a hacer llorar con Shelter al payasín que usó su letra en una carta de amor o animar a cantar saltando de Let’s Break Free a Los Beatles es lo que da sentido a cada rato dedicado a los ensayos, para los cuales se viene desde kilómetros para al día siguiente volver a recorrer esa distancia y acudir al trabajo cuando te han mandado a no sé dónde, para los que se saca tiempo del negocio de ortopedia o de la academia de inglés, no digamos de las oposiciones, o que se encajan en los huecos que deja la tienda, no podía ser de otra forma, de música.
En el concierto, además de dar muestras de lo que van a ser The Morgans en castellano mediante la interpretación sentida y emotiva de “No lo sabe nadie” y de reconvertir el muy movidillo tema que da nombre a su segundo disco, Like a Queen, en una balada, no falta la versión que el grupo suele proponer en sus conciertos del tema Dakota, de la banda galesa Stereophonics. Es la única versión que The Morgans tocan en sus conciertos, por lo general; la han interiorizado de tal manera que suena como un tema propio.
De alguna manera, esta en el ADN de la banda. Cuando los hermanos Rivas conocieron a Marcos Pardo, el guitarrista que se pone a la derecha, siendo como son estos tres los más antiguos de los integrantes de The Morgans, conversaron sobre música y Miguel le preguntó a Marcos qué grupos le gustaban. Uno fue Stereophonics, no demasiado conocido por el público general pero sí por estos tres músicos, lo que generó una sorpresa compartida a la que siguió que Pardo se pusiera a tocar guitarreos de Dakota.
El concierto, sin parafernalias de salidas y entradas para el bis, terminó con I Wanna Dance, el primer corte de su segundo álbum, como toda una declaración de intenciones que el público recibió, para despedirles, con un largo y sonoro aplauso en el que muchos se pusieron en pie, incapaces de seguir conteniendo en sus asientos las sensaciones, seguramente también olvidadas, que The Morgans había conseguido generar en una audiencia ansiosa de música, entregada y muy agradecida, que salió del Teatro de La Bañeza ordenadamente y muy contenta; desde los fans de la banda convocados y desplazados hasta las señoras que se habían animado a ir al concierto de estos guaperas bercianos, las cuales se lo pasaron pipa.
Post-concierto
Una vez los instrumentos se posan a enfriar, la euforia es total y la satisfacción máxima. Ha salido todo niquelado. No es solo el enorme aplauso final: es la reacción en las redes, donde el instagram arde con las stories de quienes lo han estado viendo desde casa y, en persona, el agradecimiento, la enhorabuena y el elogio de los organizadores del evento, que le dejan claro al grupo que esperan contar con ellos en el futuro, de nuevo en La Bañeza, en un emplazamiento incluso mayor, cuando se pueda volver a bailar.
Toca tomar aire: salen fuera y en la caleya de al lado por la que entran y salen técnicos y artistas del teatro comienzan los saludos. Un conocido se acerca a Miguel en compañía de una chica, para que le firme un autógrafo. Van saludando gente y más gente, respirando y oxigenándose después de una hora y algo de pura efervescencia. Es un rato intenso que, no podía ser de otra manera, pasa rápido. Toca recoger, desmontar el escenario ante el que el público ha entrado en trance extático por el oficio de The Morgans.
“Esta es la mejor parte de ser batería”, ironiza Marcos, mientras devuelve sus voluminosos tambores y dorados platillos a sus respectivas fundas. El estómago de la furgoneta del otro Marcos, Pardo, va llenándose ordenadamente y, mientras los asistentes vuelven a sus casas o comentan entre limonadas, cabe pensar dada la fecha, las sensaciones del concierto, The Morgans siguen trabajando diligente y profesionalmente para que el ese templo de la cultura que es el Teatro de La Bañeza quede disponible para el siguiente que venga.
El tono se va relajando y en un tiempo sorprendentemente corto todo está listo. Llegan entonces unas pizzas que saben a gloria a la par que simbolizan la peculiaridad del momento. Lo normal sería que el grupo se fuera tranquilamente a cenar y a dejarse ver por la vida nocturna de la ciudad en la que tocan. Todo eso está pausa, en espera, como el en pie del público en los conciertos de The Morgans, como el nuevo disco cuyo lanzamiento frenó la pandemia. Pero están de vuelta en los escenarios y eso es lo principal: esa pura satisfacción por el trabajo bien hecho.
Antes de embarcarse en los coches, sucede una larguísima conversación con los técnicos del teatro que se han encargado de la iluminación. Los alabos son mutuos y mutuamente se destacan la profesionalidad. The Morgans nunca había tocado en este escenario y los responsables de que el espectáculo luciera, también, en lo visual, se quitan el sombrero ante la banda. La charla repasa el show desde ese punto de vista solo apto para profesionales que serpentea por los entresijos del “tras” de lo que el fan, el asistente o el cronista puede percibir mundanamente. Son dos partes de un equipo comentando lo bien que ha funcionado la compenetración. Las “gracias” y las ganas de volver a trabajar juntos presiden esa despedida ante el esqueleto del teatro, ahora hermoso, vacío y apetente de nuevas ovaciones.
La vuelta tiene una parada obligada, en Bembibre, tras cruzar el puerto con las coloridas balizas de nieve del Manzanal desnudas dibujando una especie de agujero de gusano por el que fluye la música y el tiempo. El vídeo del concierto ya está disponible en Youtube y Miguel, Mauro y Elías llegan a la capital del Bierzo Alto, donde el grupo tiene el local de ensayo, con sus primeras impresiones, sobremanera magníficas, al respecto. También ha tocado seguir gestionando el feedback en redes sociales de la actuación y seguir comentando todos y cada uno de los intensos momentos.
Descargar el material es un proceder que como el montaje en el escenario (y el desmontaje, después) se hace de forma efectiva, rápida y ordenada. Después vienen los últimos comentarios, intercalados de gigantescas sonrisas y un par de latas de cerveza de la máquina dispuesta en la nave, que tanto ayuda a inspirar en los ensayos.
Los coches se ponen en marcha y los miembros de The Morgans se diseminan, una vez de vuelta en Ponferrada, por sus respectivos hogares. Hasta el próximo ensayo, en el que seguirán enriqueciendo el sonido que les da entidad; y el próximo concierto, que seguramente sea algo más normal y en el que este grupo no olvidará empezar recordando de dónde vienen, antes de hechizar con sus temas al público asistente, antes de volver a cumplir con sobresaliente el encargo de algún ayuntamiento, radio o festival, como hacen en cada bolo al demostrar que no hay techo de cristal para este grupo que gusta de saludar diciendo “somos The Morgans y venimos de Ponferrada, del Bierzo”.