Volver de vacaciones es sinónimo de ceño fruncido. Este año quizá con más razones. Se les ha notado sobre todo a los políticos, lo del ceño, no las razones. Casi antes de que comenzara la temporada ya estaban dando muestras de lo mucho que quieren echarse en cara, entre ellos y, de paso, que nos enfademos mucho los demás entre nosotros, a ver si se tensa más el ambiente. A falta de ideas, crispación. A falta de soluciones, campaña permanente. Y no ha hecho más que comenzar, la temporada y otra larga campaña electoral.
Andalucía, Castilla y León…
Todo el mundo estaba mirando para Andalucía cuando de repente la atención se volvió a Valladolid. Las únicas protestas casi que recuerdo en esta tierra de gentes tradicionalmente de buen conformar han sido porque no les quiten el médico. Hartos de que desaparezcan los colegios, los bancos, que no se arregle la carretera, terminan saltando cuando pueden quedarse sin consultorio u hospital. La sorprendente votación en las Cortes regionales de una reforma sanitaria destapó la posibilidad de unas elecciones anticipadas: los dos socios de gobierno votaron cosas distintas, parecen PSOE y Podemos. Este interrogante se sumaba a los rumores de Andalucía, también con PP y Ciudadanos como principales protagonistas y Vox observando. Por el otro lado se habla de la Comunidad Valenciana, con gobierno de coalición de izquierdas.
Haciendo cuentas, las suyas
O sea que Pablo Casado, con las encuestas a favor, pero sin terminar de conseguir ser percibido como un líder sólido –y con su amiga Díaz Ayuso haciendo de las suyas– podría necesitar otro empujón con dos victorias en Andalucía y Castilla y León. Moreno Bonilla y Fernández Mañueco tienen que hacer más cuentas para estar convencidos de adelantar las elecciones. Este cuadro se completa con el presidente Sánchez confiando en que Adriana Lastra se dedique a movilizar el partido, es decir, el voto, a partir del congreso del PSOE, dentro de unas semanas. Y con la vicepresidenta de Podemos, Yolanda Díaz, calculando qué posibilidades tiene de ser la candidata de Podemos, aunque no sea de Podemos (es del PCE). De Podemos y de paso de toda la constelación de partidos de izquierda que aspiran a ser algo si se unen, pero para eso hay que dejar de lado los egos, algo difícil. Todos reservarán además algo de tiempo para analizar lo que salga de las elecciones alemanas: 26 de septiembre.
La agenda
Con este trajín y con todo otra vez en juego, ¿quedará tiempo para aprobar unos presupuestos, para agilizar y repartir inteligentemente el dinero europeo, para hacer las reformas que pide Europa en consecuencia (son decenas), para reformar las pensiones, para completar la vacunación contra la COVID-19, para pactar un relevo consensuado en los órganos constitucionales (CGPJ, Tribunal Constitucional…), para ordenar con sentido común el recibo de la luz o la educación? ¿Y lo de Cataluña? La cacareada doble mesa de diálogo ya se sabe como va a terminar, pero hay que añadirle mientras tanto mucha prosopopeya. Y más tensión.
Esta debía ser la temporada de transición hacia la anhelada normalidad, de la recuperación –como le gusta decir a Sánchez–, de terminar de acorralar la pandemia, de poner en marcha la economía ayudados por la millonada europea… pero, ¿alguien confía en que estos dirigentes sean capaces de todo esto?
Ángel M. Alonso Jarrín
@AngelM_ALONSO