Hace ya bastante tiempo que el fútbol dejó de ser un asunto exclusivamente masculino. El desembarco masivo de la mujer en los terrenos de juego a lo largo de las últimas décadas ha convertido al deporte rey en el más practicado por las féminas en todo el planeta, a nivel de equipos. Sin embargo, existe un rincón en el que las mujeres todavía tienen dificultades para conseguir su cuota de representación, el que se esconde tras los silbatos, las tarjetas y los banderines con los que se señalan las acciones que van contra el reglamento. Esas barreras invisibles empiezan a desmoronarse con ejemplos como el que se vivió en fechas recientes en el estadio Vicente del Bosque del barrio de Compostilla, en Ponferrada, donde tres mujeres conformaron por primera vez el trío arbitral que se encargó de administrar justicia deportiva en el partido de la categoría infantil regional que enfrentó a la Sociedad Deportiva Ponferradina con la Unión Deportiva Sur, de Valladolid.
La joven Lidia Lombardero fue la encargada de dirigir el partido como árbitro principal, con la ayuda desde las bandas de Míriam Arroyo y Ainhoa Bernardo, que ejercieron de juezas de línea. “Somos un equipo, tanto dentro como fuera del campo”, explica Lidia, que afronta, a sus 18 años, su cuarta temporada en el mundo del arbitraje. Esa amistad que las une se forjó en el periodo de preparación que las tres compartieron para entrar a formar parte de la delegación berciana del colegio de árbitros. “Somos entre 40 y 50 árbitros en la comarca, pero chicas sólo somos seis”, recuerda Lidia, que echa de menos la existencia de “incentivos” para que cada vez haya más niñas que se atrevan a asumir la responsabilidad del silbato.
Al respecto, el caso de Lidia y de su relación con el arbitraje tiene su origen en la propia práctica deportiva. “Yo jugaba al fútbol en el Ponferrada femenino”, recuerda la ahora colegiada, que admite que su “cambio de bando” le ha permitido “ver el deporte desde otra perspectiva”. “Si no ves el fútbol como árbitro, hay muchas cosas que no entiendes”, asegura. En el último año, Lidia ha completado las pruebas para ascender a tercera división como árbitro asistente, mientras que como árbitro principal, su techo está en la primera categoría provincial.
Por su parte, Ainhoa encara, con 21 años, su quinta temporada como árbitro de fútbol, un deporte que admite que al principio no le gustaba. “Yo practicaba gimnasia rítmica”, recuerda entre risas. Respecto a la coincidencia de las tres amigas como integrantes de un trío arbitral, Ainhoa recuerda la “ilusión” que sintió al consultar las designaciones y ver que el partido que le tocaba era el mismo que a Lidia y Míriam. “Somos amigas, no sólo compañeras”, insiste la joven, que reconoce que “la sensación al coincidir en el campo con ellas es distinta”.
Miriam, la más veterana de las tres, tiene 35 años y también cumple su quinta temporada como integrante de la delegación berciana del colegio de árbitros. “Empecé en esto a través de un amigo, que me dijo que para crear un equipo en el pueblo necesitaban un árbitro”, explica Míriam, que reconoce que de pequeña lo que le gustaba era jugar. “Con el tiempo, noté que me gustaba mucho el papel de los árbitros asistentes”, asegura.
Sin diferencias entre géneros
En cuanto al desarrollo de su tarea sobre el césped, las tres señalan que su condición de mujeres no ha sido motivo para recibir ningún insulto, aunque no se pueda decir lo mismo de la condición de colegiado. “Se escuchan comentarios que no son agradables, pero no hay diferencia entre chicos y chicas”, resume Lidia. “Lo habitual es que te respeten”, coincide Míriam, que asegura que tampoco ha notado “nada diferente” por ser mujer.
En ese sentido, ninguna de las tres ha tenido problemas durante su trayectoria ni con jugadores en el campo, ni con compañeros de profesión. “Los padres son otra historia”, apostilla Míriam, a la que rápidamente secunda Lidia. “Con los compañeros, ningún problema. Lo peor son los padres”, señala. Por su parte, Ainhoa insiste en que “el arbitraje puro y duro es todo igual, los compañeros son estupendos y siempre me he sentido a gusto”. “Los padres sí que dan problemas, pero eso no tiene que ver con ser chica”, asegura y concluye que “siempre oyes algo, pero hay que ignorarlo”.
Un paso adelante
La presencia de un número creciente de mujeres en el estamento arbitral es considerada como “un paso adelante” por Ainhoa, que celebra que la coincidencia de tres mujeres en un partido, como en este caso, ayuda a dar “visibilidad” al colectivo femenino. “Los equipos femeninos están creciendo y la selección española femenina está adquiriendo un pequeño protagonismo”, recuerda la colegiada, que considera que “estaría muy bien que igual que son chicas las que juegan, que también arbitren”.
“A mí me parece maravilloso, ya era hora de que hubiera un poco de igualdad en el fútbol”, coincide Míriam. Ainhoa aún se muestra más optimista y asegura que “en temporadas venideras, lo veremos con la normalidad con la que debería ocurrir”. Y ya animada se lanza a hacer una predicción: “Creo que es cuestión de tiempo, cuatro o cinco años, que un árbitro femenino pite un partido de primera división masculina”.
En cambio, Lidia rebaja las expectativas. “La verdad, muy a mi pesar, creo que queda mucho”, replica. El motivo de su pesimismo es el “nivel físico” que exigen las pruebas de acceso necesarias para acceder a la condición de árbitro de primera división, cuya exigencia está pensada para los estándares masculinos.
Al respecto, la joven árbitro sí valora el hecho de que la presencia de la mujer en ese territorio antes reservado a los hombres esté cada vez más extendida. “Con el paso del tiempo, cada vez se nota mas”, afirma y valora la novedad introducida en la primera división de la liga femenina de fútbol, que a partir de esta temporada está arbitrada únicamente por mujeres.
Porque como bien recuerda, “el fútbol es un deporte, no importa si somos hombres o mujeres”. Por eso, y aunque el lugar común señale que el resultado en estos casos es lo de menos, cabe señalar que los locales se llevaron el partido por un marcador de tres a uno y que las barreras se habrán roto del todo el día que eso sea lo más reseñable de lo que pase sobre el terreno de juego.