Rajoy se empeña en alimentar su propia pira funeraria política. Minutos después de que fuera derrotado en el Parlamento en el debate de su investidura como nuevo presidente del Gobierno, el ministro de Economía hacía público el apoyo del Gobierno en funciones al ex ministro Soria para ocupar un alto puesto ejecutivo en el Banco Mundial. Soria fue obligado a dimitir hace unos meses al quedar probada su implicación en una serie de enredos económicos por los que empresas en las que él participaba como socio o administrador evadieron impuestos o disfrutaron de ventajas fiscales en el paraíso fiscal de Panamá. Sus explicaciones no hicieron más que enredar su implicación y aumentar las dudas sobre su honestidad política. Y dimitió.
A pesar de esas evidencias, Rajoy no ha dudo en apoyar a uno de sus exministros bajo sospecha para un cargo ejecutivo de alto nivel en el Banco Mundial. Y lo hizo mientras aún estaba en vigor el pacto anticorrupción que su partido firmó con Ciudadanos. La pregunta es obvia: ¿Es qué en el PP no hay perfiles como el de Soria, pero fuera de toda sospecha y duda sobre su ética profesional, personal, económica y política? ¿Tan mal andan de cuadros directivos honestos y libres de toda sospecha?
La decisión de Rajoy ha supuesto un balón de oxígeno para el líder socialista Pedro Sánchez, quien salió del debate de investidura aún más tocado, desahuciado y contra las cuerdas que el propio Rajoy. Ahora, con ese apoyo inexplicable a Soria, Sánchez puede reafirmarse en su teoría del no a un candidato que avala a sospechosos de corrupción. Al líder de Ciudadanos también le ha faltado tiempo para condenar la decisión de Rajoy. Es decir, Rajoy vuelve a estar solo y ya con muy escasas posibilidades de éxito de cara a un segundo intento parlamentario para ser investigo como presidente del Gobierno. Las terceras elecciones están más cerca que nunca.
Hasta en el seno de su propio partido le han llovido a Rajoy críticas como nunca. Empezando por el siempre cáustico, monjil y shakesperiano presidente de Castilla y León, Herrera, quien no ha dudado en criticar la acción de su propio partido. Aunque más dura ha sido la portavoz del gobierno de Herrera, Rosa Valdeón, quien ha rechazado de plano el apoyo del Gobierno a Soria al ser éste el ministro que más ha perjudicado los intereses de Castilla y León, sobre todo, en materia de la minería del carbón. Soria, ojo, no ha sido nada más que un peón más entre los causantes de la larguísima agonía del carbón nacional, iniciada ya hace más de veinte años y en la que han participado el PP y el PSOE con responsabilidades compartidas, pero que a Herrera y a los suyos le viene ahora bien echar más leña al fuego de Soria para justificar su propia inoperancia.
Sin duda, los estrategas del PP confían en que esta polémica sea flor de un día, en que las campañas electorales vascas y gallegas entierren este escándalo y que la base de votantes del PP pase página rápidamente, como siempre lo hace en cada caso de corrupción que protagoniza el partido desde hace años. Votan con la nariz tapada, pero votan. Y confían en que lo seguirán haciendo a pesar de estos tratos de favoritismo, como el protagonizado por el exministro Soria, cuyos favores van a ser premiados con un sueldo anual de unos 250.000 dólares libres de impuestos.
¿Hasta cuándo la hasta ahora imperturbable base de votantes del PP aguantará tanta falta de lealtad de sus dirigentes?