PREMIOS MUJER 2024

SÍ a la paz

Cuando en el año 1990 tuvo lugar la llamada Guerra del Golfo, en la que también participó España, siendo presidente Felipe González, nadie protestó. En ese momento el Papa Juan Pablo II se quedó solo y sin que nadie le hiciera caso, pidiendo que no hubiera guerra, consciente de que iban a morir muchos inocentes. Trece años más tarde, ante la amenaza de una nueva guerra, con la que el gobierno de Aznar también estaba de acuerdo, aunque no participó militarmente, miles de personas salieron a la calle para protestar. Después vino lo de Afganistán, y sin embargo no hubo manifestaciones en contra. Desgraciadamente en el mundo hay otras muchas guerras y la indiferencia es generalizada.
Ahora existe la amenaza de que se produzcan ataques en Siria. De nuevo, igual que antes el Papa Wojtila, el Papa Francisco está solo, poniendo todo su empeño en que no se solucionen los problemas por la fuerza, puesto que la violencia engendra más violencia. Sin embargo aquellos que un día gritaban “NO a la guerra” ahora parecen estar mudos. Nadie se mueve.
El viejo adagio latino, traducido al castellano, dice: “si quieres la paz, prepara la guerra”. La moral católica busca ante todo la paz, pero sin excluir la llamada “guerra justa” puesto que es posible que, a veces, no quede más remedio que emplear la fuerza. Recordemos que hace no muchos años había un clamor unánime para que Estados Unidos interviniera para poder fin a la Guerra de los Balcanes. Así lo hizo y llegó la paz. Quizá si de alguna manera se hubiera intervenido a tiempo en Siria, se habrían evitado muchos miles de muertos.
Aunque las guerras no son el mejor camino para la paz, no podemos ser tan ingenuos que pensemos que no hacen falta ejércitos. Es como si dijéramos que no hace falta policía con armas, si bien lo importante sería que nunca tuvieran que disparar. Al menos los delincuentes sabrán que alguien puede reprimirlos. Es importante que aquellos tiranos que abusan del poder como es el caso de Siria sepan que alguien puede castigarlos severamente. Pero no cabe duda que se deben poner todos los medios para llegar a una solución que evite el derramamiento de sangre inocente.
Nos alegra saber que tanto Juan Pablo II como Francisco han sido coherentes, manteniendo siempre el NO a la guerra, al contrario que otros que sólo lo hacen según sus conveniencias. Pero, además, también nos es grato comprobar que la invitación del Papa al ayuno y a la oración no han caído en saco roto.