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Rosario: los brazos imparables de la ayuda y la amistad en Villar de Acero

Con 91 años y una energía desbordante, su ayuda es una constante para los vecinos de la zona y su bar, ahora cerrado, era un hervidero de actividad en la Somoza
Rosario, de Villar de Acero. / QUINITO

Su madre estaba segando cuando le vinieron los dolores y fue al bar a parir. “Nací en el bar”, responde Rosario cuando se le pregunta sobre cuánto tiempo ha trabajado este establecimiento en Villar de Acero, que ahora está cerrado pero del que abre y fija la puerta, levanta y corre persianas y ventanas y prende las luces como si lo hubiera hecho ayer y tuviera pensado volver a hacerlo mañana. Está cerrado pero no está cerrado: el bar de Rosario sigue siendo el punto de encuentro en el que su dueña se desvive por sus amigos, que son todos los que la visitan, cuando vienen a verla a este pueblo de la Somoza, en el municipio de Villafranca.

Casi como un automatismo, una vez el establecimiento está ventilando y ha revisado la cocina, se coloca detrás de la barra y, sobre ella, coloca las manos. De pie desde ahí, empieza a narrar una ínfima parte de las historias de trenzan la vida de esta mujer de 91 años, cuya biografía costaría 91 vidas recorrer al común de los mortales. De complexión delgada y extremadamente fuerte, con potentes hombros, el cuerpo de Rosario ha pasado cinco veces por el quirófano para batirse con el cáncer; dos de ellas, en el extranjero, en Francia y en Suiza.

En Suiza, cuenta mientras con el brazo hace como si se trasladara las carnes ella misma, le cogieron tejidos de la nalga para ponérselos en el pecho. Aunque el recuerdo en el que más abunda, de aquellas estancias hospitalarias, es que cuando estaba ingresada en Ponferrada no paraban de venir los de Cruz Roja a verla. Al no estar en el bar, sus amigos iban a aquella habitación para poder conversar y reír con ella.

Una vez, cuando le dieron el alta, exclamó “muy bien, que ya toca ir a recoger las cebollas”. Su fortaleza es tal que sigue picando y sucando el huerto, cuidando a las gallinas y conejos, cebando cerdos para seguir teniendo chorizos y cocinando, en su bar, cuando vienen a visitarla sus amigos. Y son muchos.

Las gallinas (tiene 16 y 3 gallos), nos cuenta, le acompañan a los castaños. Sigue apañando cada otoño el marrón fruto, y en mayor cantidad que sus hijos, nos dice, porque ellos “no aguantan”. Asegura que una vez apañó 80 kilos de castaña en una mañana. Sobre su huerto, que sigue produciendo, están unas colmenas, de las que en sus tiempos llegaba a sacar 600 tarros de miel por temporada.

Rosario, en su bar de Villar de Acero. / QUINITO

 

El bar de Rosario, en Villar de Acero, fue el alma de la Somoza, un punto de parada que por el magnetismo de su incansable dueña atraía a todo tipo de gentes. De todos, habla como de amigos. Es lo que hecha de menos: las grandes comilonas, sentar no sé cuántos a la mesa, celebrar la vida de la mejor manera y ser la anfitriona de los más alegres festejos. Entre otros hitos, dio 15 bodas, de esas que, cuenta, duraban dos días, para las que se mataba un ternero y varios gallos. “Ahora me aburro”, responde si le preguntan, ahora, sobre qué hace.

Los avatares de la Guerra Civil hicieron que fuera al colegio en Teixeira (“para allá”, dice, mientras lanza su brazo hacia la ventana), adonde le llevaba su padre a caballo. Volvía con otras niñas de Villar de Acero, andando. En Teixeira había un bar en el que, durante aquellos tres años, se metía a ayudar. Luego, fue a Finolledo e, igualmente, durante otros tres años, combinó ayudar en el bar con la escuela. Tras ello, al llegar un maestro a Villar de Acero, entre su escuela y su bar continuaría la vida de Rosario, hasta que se hizo plenamente responsable del establecimiento para convertirlo en el centro de su vida y de la de muchos otros.

En el bar de Rosario, por ejemplo, guardaba sus mercancías la Cruz Roja. Ella recuerda cómo muchas noches, venían “a sacarme de la cama” porque había alguien enfermo. Comenta que ella era quien sabía dónde se hallaba la llave de la casa o qué ventana se podía utilizar para entrar, o simplemente cuál era la casa a la que había que acudir. Si había que sacarlo, ella se ponía a colaborar, y no digamos cuando alguna mujer se ponía de parto, “entre todos ayudábamos”, recuerda. Siempre estaba presta a ocuparse de cualesquiera asuntos, también para amortajar a los muertos.

Su padre fue tratante de ganado y de feria en feria, desde Piedrafita a Cacabelos y Camponaraya, pasando por Espinareda y Villafranca, se recorrió Rosario la zona acompañándolo. Así, iba conociendo más gentes, amigos que luego vendrían a visitarla al bar y a comer. Era amiga también de los guardias civiles, quienes por supuesto paraban a la mesa del bar de Rosario.

Rosario, en su bar de Villar de Acero. / QUINITO

 

Todas sus historias están transidas por la amistad, por la mesa en el bar, servida con el fruto del trabajo de Rosario, en la huerta y con los animales que criaba. Su laboriosidad y su bondad se transformaban en afecto y el lugar, el bar de Rosario, en la casa de todos los que se acercaban. En una ocasión, vinieron unos cazadores de Madrid que solían frecuentar la zona y uno de ellos trajo a su hijo. El hombre le preguntó a Rosario si podía hacerse cargo del niño mientras ellos no estaban. Por supuesto, dijo que sí y estando ya solos, el joven quiso saber si le podía dar unos tomates, que después se los pagaría el padre, para llevárselos a su mamá.

Dejándole claro que no habría pago alguno, Rosario le dijo al niño que irían por tomates a la huerta. El chavalín dijo entonces “yo en planta nunca los vi, los vi solo en el libro”. La mañana se convirtió en una lección de botánica de las que nunca se olvidan, pues Rosario le enseñó al niño de primera mano de arriba a abajo cada vegetal, mientras recogían todos los productos de la huerta.

“Hasta guisantes había” en la caja que preparó aquel niño tan letrado para su mamá, recuerda todavía esta mujer incansable de Villar de Acero. Al cazador, como cabía prever, le fue negada toda posibilidad de efectuar desembolso crematístico alguno por la caja, por lo que, tras cortale la cabeza para llevársela consigo como trofeo, le regaló a Rosario un corzo, el cual ella misma despiezó.

Rosario y su bar albergan infinitas historias pues tal es la capacidad de esta mujer para ayudar, para regalar, para acoger, para obrar el milagro del afecto desinteresado. Tener el local cerrado es echar en falta a la gente, pues reconoce que eso es lo que más le gusta: estar con la gente y ser buena con los demás. Y con cuantos más mejor, pues así se tienen más amigos.

Como le encanta la gente, alegremente señala que, cuando va a Villafranca, no para de encontrase con amigos que la saludan joviales y la tratan “como a una reina”. Es la consecuencia de una vida dedicada a los demás, a ayudar a quien lo necesita, a trabajar sin descanso, a cocinar con esmero y talento, a convertir los muros y las mesas del bar en un hogar en el que la amistad se alimenta.

En el pueblo, sin el bar de Rosario, se ha perdido ese hervidero de actividad. Pero aunque diga que está cerrado, sus manos voltean la cerradura y tras, con habilidad, el pie colocar el tope, la puerta se abre para las visitas y el ambiente, una vez ventilado y subidas las persianas, vuelve a llenarse con el carácter desbordante de esta mujer. Al acabar y cerrar, una petición: “volved”. Y como si “venís con doce o catorce”, propone, que ella invita. Y lo dice sinceramente, mientras hace el gesto de remangarse los brazos, ávidos de ponerse en marcha en la huerta y el corral, en la vieja cocina y en la barra. Está cerrado pero no está cerrado: la energía vuelve a él cada vez que un amigo se acerca a ver a Rosario a Villar de Acero, en plena Somoza, en el municipio de Villafranca.

Rosario, en su bar de Villar de Acero. / QUINITO

 

Premios Mujer Bierzo 4.0

El Ayuntamiento de Villafranca del Bierzo, presidido por José Manuel Pereira Vega, ha propuesto a esta berciana como nominada a los Premios Mujer Bierzo 4.0 que organiza El Bierzo Digital. Estos premios buscan reconocer y galardonar a la encomiable labor de todas las mujeres y, especialmente, a las de nuestra comarca.

Puede conocer al resto de nominadas en la sección de reportajes de las candidatas a los Premios Mujer Bierzo 4.0 de El Bierzo Digital.

Haz clik en la infografía para conocer a todas las Candidatas a los Premios Mujer Bierzo 4.0

Rosario, en su bar de Villar de Acero. / QUINITO

 

El bar de Rosario, en Villar de Acero. / QUINITO

Un comentario en “Rosario: los brazos imparables de la ayuda y la amistad en Villar de Acero

  1. Una maravilla de mujer. Siempre dispuesta a ayudar. Muy esplendida, con muchos amigos que la visitan con frecuencia y se acercan a su bar. A saludarla. Recibe a todo el mundo con mucho cariño y siempre quiere ayudar a que todo vaya bien. Una joya de mujer.

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