V.R.O Retro tabula (tras el altar). Esta es la expresión latina de la proviene la palabra retablo, la estructura arquitectónica, pictórica y escultórica que originalmente presidía, y sigue presidiendo, el altar mayor de una iglesia o sus capillas. Porque los retablos fueron a partir del siglo XV un vehículo para la transmisión del dogma católico a un pueblo mayoritariamente analfabeto, que no solo no sabía leer ni escribir sino que ni siquiera tenía acceso a los libros.
Las imágenes de talla o de pincel se convirtieron en el principal canal de la devoción y en la representación tangible de lo que se predicaba desde el púlpito. La inauguración de un retablo era un momento trascendental y su belleza llegaba a conmover a un pueblo que vivía en la penuria y que tampoco tenía acceso al arte.
Ponferrada no era una excepción y el retablo mayor de la Basílica de la Encina es el mejor ejemplo, pues más allá de su expresión artística, de notable valor, subyace otra lectura religiosa y etnográfica, también de profundo calado.
“El retablo es un simil de la iglesia. Descansa en la palabra de Dios”, afirma Antolín de Cela, rector de la Basílica de La Encina, para explicar a continuación como esa palabra está representada por las imágenes de los cuatro evangelistas, cada uno con su atributo.
En el centro de estas tallas está el tabernáculo o sagrario, y encima de él los dos apóstoles fundamentales de la iglesia, sus pilares, San Pedro, con las llaves del cielo, y San Pablo, con la espada y los libros. Además, en los extremos, a la izquierda, se halla un relieve de San Ildefonso con la casulla, del que dice la leyenda que cuando llego al cielo los ángeles y la Virgen le pusieron esta vestimenta por haber defendido en la tierra la virginidad de María. A la derecha, la Misa de San Gregorio, una devoción muy recurrente en los siglos XVI y XVII.
En el medio del retablo está la patrona, la protagonista, la Virgen de la Encina, a quien está dedicado el retablo. A su derecha, el momento de la Anunciación y a su izquierda, los desposorios de María. Por encima de la Virgen, las tres virtudes de la iglesia: Fe, Esperanza y Caridad.
Sobre la imagen de la Patrona, encontramos la Anunciación, el relieve más bello y valioso de este retablo barroco, obra de Mateo Prado, en el que la Virgen asciende a los cielos rodeada por los ángeles. El retablo se completa con escenas navideñas, la circuncisión del niño o la adoración de los pastores. Y en su extremo superior se remata con Cristo crucificado. “En la base del retablo encontramos la eucaristía, arriba a Cristo crucificado. Principio y fin, fin y principio”, explica De Cela.
Y también rematando el retablo, a derecha e izquierda, el primer sello de Ponferrada, con su puente y sus dos torres, la Ponsferrata del obispo Osmundo.