Tanto bromear con el asunto y resulta que nada de broma, es un dato científico. En mi grupo dentro de la Iglesia, amigos de oración y Eucaristía, siempre habíamos bromeado con lo bien que se conservan “las más mayores”, “los” también, pero, ya se sabe, la vanidad parece atacarnos más a las chicas, se tenga la edad que se tenga. Aunque lo cierto es que según cumplen años y se acercan a la década de los ochenta, la sobrepasan y ven cerca los noventa, los “chicos” se vuelven más y más vanidosos. Les encanta que les digan lo requetebién que están, se esponjan, parecen gallitos ahuecando las alas. No nos escapamos nadie, ser creyentes no nos inmuniza. Esto último no se si será también científico.
Lo otro parece ser que sí. Este fin de semana escuché a un neuropsicólogo, Álvaro Bilbao, que ha escrito un libro sobre el “asunto”. Casi me quedo de piedra. No me podía creer lo que estaba diciendo. Por lo que pude oír, reconozco que al principio no prestaba atención, en Estados Unidos, creo, han hecho un estudio de nuestro cerebro, nada raro por el momento, pero en este caso han “descubierto” que en las células de nuestro cerebro tenemos unos cromosomas que se van deshilachando con el paso del tiempo. Vamos que nuestro cerebro envejece. Nos quedamos sin neuronas. Pero existe una enzima que “ayuda” a repararlas o cuando menos retrasa el proceso. Cuando nos estresamos esta sustancia, la teromelasa (si pillé bien el nombre) disminuye de manera bastante significativa, envejecemos más. Ahora bien en situaciones de relajación, cuando hacemos algo tranquilo, tales como rezar, orar o meditar, la presencia de esta sustancia mejora, y de esta manera prolongamos nuestra agilidad mental y vida cerebral. Esa es la idea que más o menos capté, no podía estar del todo atenta. Pero básicamente venía a decir que la oración puede conseguir que nuestro cerebro trabaje mejor y así prolonguemos su “juventud”. Algo así como un antídoto contra el envejecimiento, incluso el alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Tendré que leer el libro y así enterarme más, porque seguro que alguno de los nombres o procesos lo entendí mal, pero básicamente esa es la idea: las personas creyentes y que practican la religión, incluso las que meditan (monjes budistas, tibetanos…), mejoran su vida y prolongan una buena actividad mental. ¿Curioso? Es posible, pero probado científicamente.
Es la explicación de que las monjas, sobre todo las de clausura, siempre parecen más jóvenes de lo que son, y las y los “mayores” de mi comunidad también, por el mismo motivo. No es “milagroso”…o sí.
Lo que si os puedo asegurar es que de ahora en adelante cuando rece, recordaré que no sólo me estará haciendo un beneficio espiritual, mi cerebro también me lo agradecerá.
¡Ah! Y el tratamiento es gratuito. Sólo tiene beneficios.