Perfil / El día más largo

A. J. García Nistal La noche había sido corta, no por las horas de sueño, que ya de por sí estaban siendo últimamente muy escasas, si no por esa sensación interna de que el presente transcurre demasiado deprisa para asimilar el cúmulo de vivencias que desfilan por el cerebro en las últimas semanas, en las últimas jornadas, en las últimas horas… Con la voz más desgarrada y peculiar de lo habitual, una de sus características personales, atiende al teléfono móvil donde tampoco escucha a nadie que no sea de su círculo íntimo y habitual. Las instrucciones que da son las mismas desde hace quince días: tranquilidad y alcalde o nada.

Las plazas de garaje oficial en el parking de la Plaza del Ayuntamiento hoy están al completo. Un grupo de sindicalistas mineros increpan a todo aquel que se dirige hacia el Consistorio y es reconocido como cargo público político. Alguna cara amiga y el saludo de los cuatro compañeros de viaje en la nueva singladura política personalizada se agradecen hoy más que nunca. Desde hace unos años en los días importantes siempre has estado acompañado, pero hoy sin embargo ni todo el gentío que abarrota el Salón de Plenos logran aplacar esa sensación de soledad interior. Recuerdas los exámenes de la Universidad, aquellos en que uno no sabía muy bien qué tal iba a salir la cosa y al final te la jugabas a una sola carta.

Los saludos protocolarios, las confesiones a media voz, e incluso algún que otro último wasapp. El acto comienza. Todo parece lejano y, a la vez, tan de verdad. La adrenalina se dispara silenciosamente en el cerebro, el sistema nervioso reacciona y la concentración al fin se logra. De repente, los aplausos. Todo ha terminado. A ti te ha parecido un instante y sin embargo fueron casi dos horas de reloj. Palabras amables, saludos y muchas declaraciones a los medios. Entonces te das cuenta de que las cámaras y los focos centran la atención en otra persona que ya no eres tú. Los que tanto te adularon hasta la misma noche de ayer esquivan la mirada e interpretan su perverso papel en otro rincón del Salón de Plenos.

Tu personal de confianza pide permiso para retirar tus cosas en un par de días durante la semana que viene. Afuera declaran antiguos compañeros tuyos, alguno hoy también fuera del PSOE, que irán hasta el final en un asunto judicial que ha planeado durante esta última semana. El Mundial de Ciclismo. Esa losa heredada que parecía una manzana jugosa como la que Eva ofreció a Adam y la Bruja a Blancanieves. Un regalo envenenado que se hizo lo mejor que se pudo, pero que al final no se sabe qué deparará. Lo mismo que las retribuciones supuestamente mal cobradas. Otra muesca más en el revólver de tus enemigos. Temas sin resolver y que, como sacos de lastre, comienzan a partir de mañana a pesar más. ¿Y si me hubiera equivocado? ¿Y si debería haber dejado la política un tiempo para después volver, tal y como afirmé antes de intentar continuar para apostar a seguir como alcalde o nada?

La tarde cae plomiza y sobre los tejados de negra pizarra la lluvia cae con melancolía. Mañana será otro día.