“En Jerusalén se hacen tatuajes a la gente que peregrina. Lo hacen a mano desde la Edad Media”. Sergio Castro conocer la historia de su trabajo. Tatuador de profesión, no solo es un gran dibujante, sino que ha aprendido la historia y se interesa por todo lo relacionado con ella. Efectivamente, en la Ciudad Santa reside una familia que desde hace más de 700 años, en una tradición que ha pasado generación tras generación, realiza tatuajes a los cristianos coptos y a los peregrinos de todo el mundo que visitan Tierra Santa.
En España, y más concretamente en Castilla y León, son cada vez más las peticiones de fervientes cofrades y hermanos que se tatúan las imágenes de sus hermandades, de su Semana Santa, incluso realistas, de símbolos vinculados a la pasión milenaria. Cruces, vírgenes, cristos, relicarios, medallas… símbolos que pretenden grabar en su piel para la eternidad. Castro es la cabeza visible de ‘Santo Pecado’, un estudio de tatuajes situado en la calle López Gómez de Valladolid, desde donde realiza una gran variedad de trabajos, muchos de ellos, admite, vinculados con los símbolos religiosos que predominan estos días.
“Habitualmente me piden tatuajes más usuales, no de una hermandad concreta, pero a mí me gusta mucho el trabajo realista y te vienen con una foto de una virgen o una cara de un Cristo”, sostiene. Muestra un catálogo de los muchos tatuajes que ha grabado en estos años y enseña una espalda completa con una virgen, así como otra persona que optó por el Ecce Homo de Valladolid en un lado del muslo (obra de Gregorio Fernández) y la Virgen de las Angustias al anverso. También una medalla de la Hermandad del Descendimiento de Medina de Rioseco, localidad que puede presumir también de tener una importante Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional, y de la que Castro recibe bastante gente y cuenta con diferentes clientes.
Para conseguir un buen trabajo, continúa, “es necesario hacerlo bien, pero también es imprescindible mantenerlo”. Recuerda que una persona le admitió que “no le gustaba la religión”, pero se tatuó símbolos eclesiásticos “en homenaje a sus abuelos, que eran muy creyentes”. Mientras tatúa al otro lado del cristal, admite que a veces “la gente pide imposibles” y critica que en este sector “hay mucho postureo”, marcado principalmente por las tendencias que marcan los ‘influencers’ y las redes sociales, y que “no siempre se asemejan a la realidad”. “Por eso, siempre digo que el mejor tatuador es el que enseña el trabajo ya curado”, resume.
“Siempre conmigo”
Uno de los ejemplos de quienes han optado por grabar su pasión sobre su cuerpo es el palentino David Domínguez, que cuenta con un total de diez tatuajes, de los que tres están vinculados a la Semana Santa de Palencia y a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Madre la Virgen de la Amargura de la capital. “Para mí, la Cofradía es mi vida y mi casa y los dos titulares les quiero tener conmigo porque les veo continuamente y me dan mucha fuerza”.
Entre los tres tatuajes sobre la Semana de Pasión, detalla que tiene en un brazo al Nazareno nuevo con el Cirineo desde 2020 y la Virgen de la Amargura en el pecho, desde el 2023. Además, se suma el escudo de la Cofradía en pequeño tamaño en la muñeca: el primero, hace unos diez años.
Con un sentido especial explica la razón del tatuaje del Nazareno en el brazo, ya que deja claro que tiene gran devoción desde que perdió una falange del pie mientras procesionaba y sacaba a hombros la imagen en el año 2004, hecho que se produjo al bajar el paso. “Desde entonces le tengo mucho fervor”. En relación a la Virgen de la Amargura, comenta que la siente “como una madre” y su idea era llevarla “lo más cerca del corazón”, de ahí que el tatuaje se ubique en el pecho. Así, el tatuaje del escudo fue realizado en Palencia, mientras que los dos restantes fueron obra de Pedro Sánchez, un tatuador afincado en Burgos. “Quería un tatuador que dejase patente en sus obras el realismo y me habían recomendado a este profesional”, subraya.
No obstante, reconoce que tenía pensado un cuarto tatuaje también vinculado con la Semana Santa, aunque no específicamente con la Cofradía palentina, como es la Última Cena, pero de momento ha dejado parada la idea, dado que su pretensión pasaba por ocupar media espalda, pero le han recomendado que cubra toda la superficie, razón por la que está sopesando la decisión.
Transmisión de emociones
Hui Yen Chang es una artista taiwanesa que lleva 17 años en Salamanca. Graduada en Diseño y Bellas Artes en su país y licenciada por la Usal en Bellas Artes y máster en Filosofía, acumula una década de experiencia como tatuadora profesional, ahora en su estudio de la Ronda del Corpus. “He pasado casi toda mi vida creando, viviendo en el arte. Nunca he parado de dibujar, crear, identificar y dialogar con mi interior, y a la vez, con el mundo externo, como un proceso de meditación, no solo mío, sino también la persona que lleva el tatuaje”, explica.
Al final, vive el proceso de tatuaje como una comunicación, una transmisión de emociones que se refleja “perfectamente” en la devoción que envuelve la impresión por su parte de la marca perenne que la tinta deja en la piel de un creyente. “No somos una simple tatuadora y un cliente, sino dos almas que comparten un trozo, un fragmento de ese momento de nuestras vidas, y dejan huella uno a otro. Compartimos experiencias y emociones y confianzas que son preciosos. Para mí, el tatuaje es un arte con una belleza tan directa y un proceso íntimo con su desarrollo filosófico”, reflexiona,
Hui Yen ha realizado “bastantes” tatuajes de Semana Santa y explica que tienden al estilo realista. Llevan muchas horas de trabajo y eso eleva el coste. “Durante el proceso, cuando me explican la idea, me hablan de su devoción y de por qué lo hacen. Me cuentan que representa algún momento de su vida. Y cuando te cuentan todo eso, tú sientes su emoción, su pasión hacia la Virgen o Jesucristo o, simplemente, por qué la religión es lo más importante para ellos”, afirma la artista.
La familia de Hui Yeng, en Taiwán, es taoísta. Ella piensa que “algo hay”, pero no le pone “forma”, como hacen los diferentes cultos . Sin embargo, es capaz de establecer un diálogo enriquecedor con los devotos que, de vez en cuando, acuden a su estudio para dejar constancia en la piel de su fe, y que siempre parte del conocimiento. “Cuando estoy tratando con la imagen de Jesucristo o la Virgen, me gusta leer la historia de esa imagen. La Esperanza, Triana… Todas representan un momento concreto. Por eso, antes de realizar la obra, intento conocer la historia que hay detrás para entender el momento y la emoción, y que la imagen tenga esa expresión. Para realizar una pieza religiosa, de igual qué religión, me parece muy importante saber cómo siente y qué representa para la persona que lo va a llevar”, concluye.