PREMIOS MUJER 2024

“O ella o mi hija”

Decepción absoluta tras la declaración de Monserrat González, la asesina confesa de Isabel Carrasco. La imagen que hasta ahora había de ella era de una mujer de acción, con carácter, enérgica, calculadora y con la sangre fría suficiente como para asesinar a una persona casi a bocajarro. Pues, no
Montserrat González (C) durante el juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de León (EFE / J. Casares)

La Monserrat que declaró hoy durante dos horas, eso sí sólo a preguntas de su abogado, era una mujer titubeante, débil, desconcertada, desorientada en ocasiones, llorosa, derrotada,  compungida, insegura, muy nerviosa, con sangre de horchata, incapaz de acabar las frases y de hilar un argumento coherente.

Ni siquiera cuando al final del interrogatorio su abogado le preguntó si se arrepentía, ella contestó con voz baja y titubeante que no, que no se arrepentía de nada. Sin contundencia, sin convencimiento, como si estuviera recordando una lección aprendida, como si no fuera con ella. En  cualquier caso, ni rastro de la mujer con el coraje suficiente para asesinar a Carrasco.

El abogado defensor arrastró, eso sí con un notable esfuerzo intelectual,  a Monserrat a que concretase algunos puntos clave. Por ejemplo: Que su hija, Triana, nunca estuvo al tanto de sus planes para asesinar a Carrasco, que nunca participó en seguimientos y que no sabía que ella tenía un revólver que había comprado en los bajos fondos de Gijón. Y que su encuentro después del asesinato fue por pura casualidad y que se sorprendió  mucho cuando se enteró que estaba detenida. Lo dijo con tan poco convencimiento que será difícil que el Jurado caiga la red.

Monserrat también ha exculpado de toda responsabilidad  a la policía local Raquel Gago, la cual, por cierto, ni le dirigió una sola vez la mirada a pesar de tenerla a menos de dos metros de distancia. Gago mantuvo la misma pose de la mañana: una esfinge de piedra, imperturbable, sin transmitir la más mínima emoción. Si alguna vez una buena relación entre Raquel, Monserrat y Triana, está claro que ya sólo hay despecho y odio.

En definitiva, lo único que ha quedado claro es algo que ya se sabía: que Monserrat es la autora material del crimen, que descerrajó tres tiros a corta distancia a Isabel Carrasco y que lo hizo por venganza porque la presidenta de la Diputación le había hecho la vida imposible a su hija, tras echarla prácticamente de su puesto de trabajo de la Diputación, no facilitar que aprobase unas oposiciones, impedir que encontrase trabajo en otras empresas y enviarle inspecciones de Hacienda de forma sistemática durante varios meses.

La acusada lo dejó bien claro: “O era Isabel o mi hija”. Cruel dilema. Porque en un momento dado temió que su hija Triana terminase por suicidarse ante tanto acoso e indefensión por parte de la poderosa Carrasco, tal y como habían hecho otras personas conocidas en la vecina Asturias por distintas circunstancias. Monserrat no quería que la depresión de su hija terminase en suicidio y por ello eliminó el problema de raíz. Mató a “la Carrasco”, como la llamaba en tono despectivo.

También ha quedado claro el interés de la defensa por resaltar las presuntas irregularidades cometidas por unos policías que llegaron de Burgos para apoyar a los de León y que fueron los primeros que interrogaron a Monserrat y a Triana. Hay muchas dudas sobre la legalidad del procedimiento.  La acusada dice que confesó mediante engaños y que no lo hizo delante de su abogado. Sin duda, el defensor busca motivos para declarar nulo el juicio. Ya se verá.

Según Monserrat, sólo hubo un momento en el que estuvo a punto de abandonar su obsesión por Isabel Carrasco y dejar su empeño por asesinarla. Fue cuando en un congreso del PP se barajó la posibilidad de que Isabel Carrasco no saliese elegida presidenta del partido y con ello se iniciase el declive de su omnímodo poder político. Los críticos del PP viajaron a Madrid en busca del apoyo de Rajoy, pero éste no se lo dio. Decidió seguir apoyando a Carrasco. Al final, el culpable va a ser Rajoy.