PREMIOS MUJER 2024

“Si no hubiera sido responsable de infraestructuras del Campus hoy no estaría aquí”, denuncia el acusado

El profesor acusado de acoso sexual, R. G. P., dimitió de su cargo institucional a raíz de que saliera a la luz el supuesto delito y sospecha que has sido las malas relaciones entre el equipo rector y la dirección de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Agrarias las que lo han sentado en el banquillo

Este lunes, daba comienzo, pasadas las diez de la mañana, la primera vista oral del juicio contra un profesor del Campus de Ponferrada, perteneciente a la Universidad de León. El primero en prestar declaración fue el propio acusado, R. G. P. sobre un presunto caso de acoso sexual al que se sumó el de abuso de la función pública de manera continuada.

Los hechos de los que se le acusa van de los cursos académicos 2005/2006 a 2008/2009 y el primer cuatrimestre del 2010. En ese momento, la denunciante, C. G. G. tenía unos veinte años y era alumna suya de las asignaturas de Instalaciones Eléctricas y Proyectos. En ese periodo de tiempo, profesor y alumna habrían tenido varios encuentros en el despacho del docente en horario de tutorías, para revisar las calificaciones de los exámenes de la alumna. Este hecho, que parece común dentro de la relación entre un docente y un alumno podría haberse visto enturbiado por los presuntos comentarios inapropiados de R. G. P. hacia C. G. G.

“Yo no he hecho nada de lo que se me acusa. Es absolutamente falso”, declaró rotundo el profesor. De esa manera desmentía que hubiese mirado alguna vez el escote a alguna de sus alumnas o hubiese hecho comentarios sobre sus pechos. También negó haberle realizado insinuaciones sexuales. Según la Fiscalía, el profesor podría haber sugerido a la alumna que ella era una chica muy inteligente y que sabría lo que tenía que hacer para aprobar su asignatura. “A veces no hace falta estudiar para aprobar un examen”, insistía la Fiscal. A lo que el profesor negaba rotundamente.

A pesar de que al acusado le fue complicado delimitar fechas porque los hechos sucedieron hace una década, acertó a contar hasta 4 exámenes, con 4 revisiones de examen, en las que se produjeron encuentros tensos. Finalmente, R. G. P. decidió preguntarle en 2009 “¿qué nota quieres? ¿Quieres un 5? Pues te pongo un cinco”, admitió el acusado. La diferencia entre acusado y acusador es que el profesor asegura que en sus palabras había un tono irónico y no sexual. El caso es que, a pesar de que la nota del examen era de un 4 y medio y que no habría tenido derecho a realizarlo porque no había superado la parte práctica de la asignatura, R. G. P. aprobó con un 5 a la alumna, “para quitármela de encima. No quería tener un problema con ella”.

En ese momento, el proceso de investigación de los hechos ya se había abierto dentro del ámbito universitario. Tal trascendencia tomaron las acusaciones que a día de hoy se está juzgando en un tribunal de lo penal. El nombre de otras dos mujeres que vendrían a corroborar el presunto acoso del profesor para con ellas fue mencionado en la sala. “Ellas tres eran amigas. C. G. G. me denunció por venganza y buscó otras personas que dijeran lo mismo. Años después la universidad la propuso para otorgarle el premio fin de carrera. ¡Eran favores por hacer la denuncia! La dirección de la escuela se ha portado mal siempre conmigo”, recrimina el acusado.

Según el propio profesor, las relaciones con el rectorado eran “malas, muy tensas”, a lo que el magistrado atajó preguntándole si consideraba los hechos que se le imputan como una “venganza” de las alumnas. “Sí. Estaban buscando personas que hablasen mal de mí. Lo que decía C. G. G. tenía tan poco peso que necesitaban a más gente. Se hicieron llamadas desde el despacho del director de la ESTIA (Escuela Superior y Técnica de Ingeniería Agraria) que se presentaron ante notario. Si no hubiera sido responsable de infraestructuras no estaría hoy aquí. El vicerrector dimitió tiempo después, también, por las continuas puñaladas traperas”.

Durante la vista, el acusado no dejaba de hacer alusión a la “indefensión” que sintió el 22 de abril de 2009 cuando la dirección de la ESTIA lo llama por teléfono para mantener una reunión con él y le comunican los hechos por los que se le acusa. “No me dijeron ni de qué se me acusaba ni quién”, lo que le habría impedido defenderse de manera correcta, hasta llegar a la situación actual.