Nunca olvidaré la última vez que vi a Nevenka en Ponferrada. Era el día del pregón de las fiestas de La Encina, estábamos varios concejales y concejalas en el primer piso del ayuntamiento y ella estaba sola, apartada, con una pierna apoyada en la pared, unos vaqueros, un jersey marrón clarito ancho, con su coleta. Miraba al suelo y tenía una expresión en su cara que no supe interpretar. Yo no tenía confianza con ella, no me atreví a acercarme pero me impresionó tanto su aspecto que recuerdo haberle dicho a Charo “Nevenka o está enferma o le acaban de dar una malísima noticia”
Recordando aquella imagen, su comparecencia ante los medios para anunciar su dimisión y la presentación de la querella criminal, su declaración ante el Tribunal, con aquella voz rota y recordando la personalidad del acosador, sigo sin poder entender cómo había tanta gente que se negaba a creer a su historia. ¡Era tan verosímil!
La docuserie que se ha estrenando recientemente cuenta muy poco de lo que sucedió aquellos meses y casi nada de lo que sucedió después. Es como si hubieran querido ser indulgentes con quienes no estuvieron a la altura de las circunstancias y sólo quisieran evidenciar claramente el valor de Nevenka, entonces y ahora.
Nevenka pasará a la historia sin sombras, con las luces que iluminan su demoledora historia de mujer acosada casi hasta la aniquilación. Una mujer que consiguió plantar cara al poder para proteger su propia vida y que venció. El precio que pagó fue muy alto, pero al final, el mensaje que da con su testimonio a las mujeres que están en su misma situación es contundente: “la verdad te salva”
En estos días hemos visto algunos “gracias” pero faltan todavía muchos “perdona” de quienes fueron cómplices de mancillar su imagen y de quienes han intentado, a lo largo de estos años, borrar su existencia para poder ensalzar sin remordimientos la figura del acosador.
Y llegados a este punto, creo que es momento de reconocer la persecución que sufrió Charo Velasco por defender a una compañera de corporación acosada. Sólo recordar la manifestación de apoyo al acosador, con aquella pancarta que la calificaba de justiciera, da una idea de la presión y el hostigamiento social que tuvieron que soportar ella y su familia. Una situación sobre la que se ha colocado una losa de silencio durante años que merece ser removida