Ser o no ser mileurista. La sociedad siempre está dividida, atendiendo a un requisito u otro. Lo interesante es de qué manera algo que parece estático, establecido, se transforma a lo largo del tiempo. Y tampoco tiene por qué pasar demasiado.
En plena burbuja inmobiliaria, antes de que supiéramos que una crisis económica mundial a la que se sumaría la crisis de la minería, nos iba a devorar, los pringados de la sociedad eran mileuristas mientras el resto tenían sueldos más elevados que les permitían vivir con comodidad.
Las cuencas se fueron llenando de prejubilados, jubilados, empresarios y asalariados que vivían con una o varias viviendas en su haber o en su debe. La banca, además, les concedía préstamos para cambiar de coche o irse de vacaciones. El dinero entraba y salía a espuertas en las familias. Se vivía y se gastaba sin miedo. Como quien se enamora por primera vez, sin medida, porque nadie imagina que llegará un día en que el amor se transforme en dolor.
Esa época se podría denominar ‘el sueño berciano’. Un momento en el que todo el que quería trabajar podía hacerlo, porque faltaban manos para la construcción, la minería, el sector servicios, y los mileuristas eran una clase inferior. Los que agachaban la cabeza en las cenas de Navidad con familiares y amigos. Llegaban justitos a final de mes, vivían de alquiler y en el periodo estival se iban a la playa fluvial o piscina con el tupper de tortilla.
Después del ‘crack’ del 2007, que no llegó a apreciarse en la comarca hasta el 2010, los prejubilados y jubilados se convirtieron en la única fuente de ingresos de muchas familias, la banca es su mayor mercado inmobiliario, los empresarios han ido echando el cierre de sus negocios o de sus maletas para trasladarse a otros puntos menos castigados de la geografía española o europea y los asalariados y pluriempleados se dan con un canto en los dientes por superar las tres cifras en su nómina a final de mes con las pagas extras prorrateadas.
Las vueltas que dan la vida y los conceptos, a priori tan bien definidos y diferenciados entre sí. Y lo que nos quedará por delante.
Cuanta verdad! Y pasa el tiempo y el título del artículo sigue teniendo más sentido si cabe que en el inicio del vocablo