In memoriam

Perteneció a una generación a la que no  regalaron nada. Al contrario.

Como tantas otras mujeres nacidas en los años veinte, contribuyó, desde dentro, a levantar un país destrozado por una larga guerra civil que la sorprendió siendo casi una niña y la dejó siendo una mujer.

Sus hermosos ojos verdes, ya cerrados para siempre, se asombraron muchas mañanas contemplando la belleza del Bierzo en otoño, los chopos de la ribera del Sil o  el rojo de las Barrancas, que estaban tan cerca que casi se podían tocar, pero también fueron testigos de la miseria humana, de las venganzas entre vecinos, de los ajustes  de cuentas entre miembros de la misma familia, de los paseos sin retorno al amanecer…

Fueron años duros, difíciles. Seguramente por eso, las mujeres de esa generación tuvieron una enorme fortaleza física y mental.

Educadas en la austeridad, vivieron en un mundo en que había que pelear constantemente y demostrar su capacidad para conseguir la consideración y el respeto que por su sexo muchas veces se les negó, sobre todo, a las que tuvieron la oportunidad de estudiar una carrera.

Ella no fue una excepción, pero tuvo la fortuna inmensa de vivir en un ambiente en que hubo siempre un cierto desdén por el poder del dinero y donde la única “aristocracia” que se reconocía era la aristocracia del talento.

Maestra, hija de maestros, vivió de forma emocionada su profesión y transmitió a muchas generaciones de estudiantes su entusiasmo por la historia, por la geografía y, sobre todo, por el dibujo, su pasión, y que siguió practicando hasta el final.

Como tantas mujeres de su  tiempo tuvo que compaginar su trabajo fuera de casa con la educación de sus hijos y la administración del hogar. Y le sobraba tiempo para –mientras cocinaba unas patatas “a la importancia”– contarnos la historia de Androcles y el león, que le hacíamos repetir cada dos días, recitarnos una larguísima poesía de Sisebuto, que se sabía de memoria o enseñarnos a hacer flores con miga de pan.

Tuvo un compañero de viaje fantástico que, por desgracia, se apeó demasiado pronto. Ahora ya están juntos.

Echo mucho de menos a los dos.