PREMIOS MUJER 2024

Marcados con la X

Los socialistas leoneses han elegido recientemente una nueva ejecutiva provincial, con la victoria nítida del oficialista Celestino Rodríguez frente al crítico Francisco Álvarez. No entiendo muy bien esa caracterización de oficialistas y críticos que se han dado unos y otros; pues llamar crítico a Francisco Álvarez, que ha estado durante ocho años al lado del poder en los gobiernos de Zapatero, es una ironía. Me imagino que crítico tiene ahora el sentido de opuesto a Francisco Fernández, el anterior secretario provincial, un hombre del aparato de Zapatero, que ha sido defenestrado no sólo por perder las elecciones municipales en León, sino por su sabrosa e indecente indemnización en caja España. Ser crítico de semejante personaje, cuando durante años se ha sido uña y carne, puede ser una postura rentable políticamente, pero parece de un oportunismo que se califica a si mismo.

Estoy más de acuerdo con los que creen que el congreso ha provocado un cambio generacional, pues Celestino Rodríguez es joven, acaba de cumplir treinta años. Pero ser joven no es garantía por si solo de renovación ideológica; las ideas de este joven me parecen muy viejas. Lo primero que ha recordado, como Zapatero con su cháchara sobre el abuelo fusilado en el 36, es que “mi bisabuelo, un juez de paz, murió en tiempos de guerra por ser socialista en medio de una guerra incivil”. No sabemos, porque no lo desvela, que significa eso de que murió en la guerra civil: ¿fusilado, paseado, de un susto, de muerte natural?. No lo aclara, pero en la nueva ejecutiva provincial se crea con él una secretaría de “Formación y Memoria Histórica”, para la que ha sido nombrada Carmen Doel. Ya no son los nietos, ahora recogen el guante los biznietos, quizá pensando que todavía es rentable seguir hurgando en la herida, aún no cicatrizada para ellos, de la guerra civil.

En relación con esto, en Ponferrada el equipo de gobierno del PP, del que desconocíamos su interés por los avatares de la guerra, aprobaba, unos días después del congreso socialista, dedicar una calle a la Asociación para la Memoria Histórica, al tiempo que una moción socialista propugnaba eliminar de las calles los últimos símbolos franquistas, si es que todavía queda alguno en la ciudad, cosa que desconozco. Con mejor criterio que el PP, la propia ARHM difundía poco después una nota en la que, tras mostrar su satisfacción por la eliminación de dichos símbolos, proponía que en lugar de la calle a la Asociación se la pusieran a Jerónima Blanco porque, en esto creo que tienen razón y al mismo tiempo ponen en ridículo al PP, “quienes merecen el reconocimiento son las víctimas”, y aquella mujer lo fue como asesinada en estado de gestación durante la guerra civil.

En el congreso hubo una segunda cuestión que, desde entonces está de moda. Óscar López, el nuevo secretario de organización del PSOE, lanzaba una andanada contra la Iglesia Católica, acusándola -hay que tener cara- de no ser suficientemente solidaria en estos tiempos de crisis y que, por tanto, debe pagar el IBI como todo hijo de vecino. Por ello, desde la tribuna de ese congreso, anunciaba que los socialistas presentarán mociones en todos los Ayuntamientos en los que gobiernan, unos 2.500 en toda España, para cada uno de ellos elabore un censo de los inmuebles que son propiedad de la Iglesia, con el objeto de cobrar el mencionado Impuesto sobre Bienes Inmuebles. Lo más gracioso de la cuestión es que los que durante ocho años han gobernado sin cortapisas y sin hacer nada en ese sentido, piden ahora a Rajoy que modifique la Ley de Haciendas Locales y la Ley de Mecenazgo y Fundaciones. ¡Cómo si esa fuera la prioridad de España para salir de la crisis!

¿Por qué estas estas soflamas de Oscar López y Celestino Rodríguez? Porque el PSOE, que nos hundió en la crisis que padecemos, carece de una política digna de ese nombre, y el apoyo ciudadano sigue menguando, lo que debe de ser bastante descorazonador; así no vuelven a los cargos públicos y las prebendas. Por eso, estos socialistas buscan el enfrentamiento entre españoles con la Memoria Histórica y el anticlericalismo como banderín de enganche, aunque son cada vez menos los que se dejan enganchar por ese discurso. Este despecho hacia la Iglesia se radicaliza en el momento en el que los españoles nos disponemos a realizar la declaración de la renta, en la que los católicos y muchos que no lo son marcarán con una X en la casilla de ayuda a la Iglesia Católica. Lo hacemos así porque sabemos su importante labor social a través de Cáritas y otras ONGs católicas.

La campaña pretende crear incertidumbre y que los declarantes no marquen la X en la casilla correspondiente, pues cada año son más los que lo hacen y probablemente muchos no por razones religiosas, sino porque ven la gran labor social de Cáritas en estos momentos de paro y penuria. Los socialistas saben, aunque luego vendan que a la Iglesia la financia el Estado, que esa X, que expresa la libre voluntad del declarante con su dinero, es la que realmente financia dicha institución, junto con la ayuda de los feligreses domingo a domingo. No es el Estado, somos los fieles los que financiamos a la Iglesia. Claro que la Iglesia, como otras confesiones, partidos y sociedades sin ánimo de lucro, está exenta de pagar el IBI de algunos edificios. Podría pagarlo si se reforman las leyes y se rompen los tratados con la Santa Sede, pero sería injusto y discriminatorio pretender que sólo ella lo pague. Aún es peor, por la madad que supone, sacar a relucir esta campaña cuando, como tantas otras, se quedará en agua de borrajas cuando pase el mes de la declaración. Sin miedo, marquemos la X.