Leía este fin de semana una nueva entrevista en un medio de comunicación conservador de Valladolid (ABC) con el alcalde de León, José Antonio Diez, y me sorprendió que se refiriera al PSOE en un tono impersonal, distante, desde fuera, como un observador, como si no fuera su partido, como si el divorcio entre ambas partes ya se hubiera consumado. El motivo de discrepancia, ya conocido por todos y asumido por ambas partes, es la decidida apuesta contracorriente de Diez por la separación de las tres provincias del Reino de León de la actual comunidad de Castilla y León.
La suma a las posiciones de Diez de ayuntamientos importantes como Villaquilambre –donde el PSOE no gobierna pero ganó las elecciones- o en Boñar –donde sí gobierna- reverdece la vieja división interna del socialismo leonés. Sanchistas contra zapateristas o, lo que es lo mismo, ibanistas –Ibán García del Blanco- contra cendonistas –Javier Alfonso Cendón-. La eterna discusión entre oficialistas y críticos. El socialismo leonesista frente a la ortodoxia en defensa del status quo autonomista. En esas nuevas declaraciones de Diez se advierte la soledad política del alcalde frente a las ejecutivas federal y autonómica. Como al alcalde conservador Morano en su día, a Diez sólo le queda como recurso echar más leña al fuego del nuevo social-leonesismo. Una huida hacia adelante. Un recurso recurrente para los discrepantes en estos casi cuarenta años de democracia municipal leonesa.
La ausencia de Diez, ojo, no se olvide que es el secretario general de la poderosa agrupación socialista de León capital, en la rueda de prensa del otro día de la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Ribera, en León es una evidencia de las tensiones internas en el socialismo leonés. Detrás de la ministra aparecían el secretario provincial y diputado, Cendón, y el vicesecretario y presidente de la Diputación, Morán. El alcalde, anfitrión de la ciudad, ni estaba ni se le esperaba.
El entusiasta apoyo de la dirección provincial del PSOE a la iniciativa sindical de impulsar una Mesa por el futuro de León no es, en el fondo, nada más que otra manera de marcar distancias y hasta de dejar en un segundo plano a la ofensiva separatista de Diez. Las reivindicaciones de la Mesa por León y, por otra parte, la segregacionista en materia autonómica son dos líneas paralelas del socialismo leonés, que por mucho que se prolonguen nunca se juntarán. El problema es averiguar la profundidad del precipicio que se ha abierto entre ambas partes.
La apuesta de la dirección socialista por la Mesa por el futuro de León es muy arriesgada, toda vez que el compromiso alcanza al propio Gobierno, visualizado con toda una vicepresidenta. Casi nada. No hay, pues, marcha atrás y ese compromiso requerirá soluciones. Y, además, en la manifestación del próximo 16F acudirá en pleno la plana mayor del socialismo provincial. Claro que también estará allí el alcalde de León. Juntos, pero no revueltos. Los dos sectores desean lo mejor para León, pero cada uno por vías distintas.
Dos estrategias socialistas que nadie quiere trasladar a la militancia. Ambas partes toman decisiones sin pasar por el filtro de la democracia interna. Nadie convoca a las agrupaciones locales ni al comité provincial, bueno, ni a la ejecutiva provincial. Se modifican sobre la marcha mandatos, programas y acuerdos de forma unilateral. Los militantes ni oyen, ni ven ni hablan, convertidos en meros espectadores pasivos. Esta es la base sobre la que se construye la democracia española del siglo XXI.