PREMIOS MUJER 2024

León, Astorga y El Bierzo protagonizan el cuarto volumen de la Biblioteca Gil y Carrasco

"Viaje a una provincia del interior" recoge la mirada leonesa de Enrique Gil en 1842

EBD Tras la publicación de “Poesía”, “El Lago de Carucedo” y “Viajes y costumbres”, la Biblioteca Gil y Carrasco incluye en sus títulos “Viaje a una provincia del interior”, que ofrece una edición ilustrada, al cuidado de Valentín Carrera, cotejada con los originales publicados por nuestro romántico en el diario El Sol en 1843.

Enrique Gil y Carrasco, de cuyo nacimiento se cumplirán dos siglos el próximo año, en julio de 2015, fue un gran viajero: la suya es una mirada romántica, a la manera de Byron, Chateaubriand y don Jorgito el Inglés, pero también una mirada ilustrada, la de un cronista riguroso cuyas descripciones de paisajes de la provincia leonesa sigue deslumbrando por su originalidad y belleza.

Gil había recorrido muchas veces el camino de Ponferrada a Astorga, a León, a Valladolid –donde estudió Derecho– y a Madrid, casi siempre con las incómodas reatas y caravanas de los arrieros maragatos. Como buen periodista, conocía y trataba las gentes, visitaba los monumentos, anotaba cada detalle. En el verano de 1842 hizo distintos itinerarios por “su provincia interior” y escribió el “Bosquejo de un viaje a una provincia del interior”, que es el título original de esta obra, una deliciosa serie de ocho artículos en los que recorre y describe con precisión y belleza la vida, la historia y el paisaje del Bierzo, Astorga y León, finalizando en tierras de Sahagún.

03-viaje-interior-40Lecturas de cuatro especialistas

“Viaje a una provincia del interior” se complementa con cuatro Lecturas de reconocidos especialistas: en primer lugar, el ensayo Un viajero llamado Enrique, del astorgano José Antonio Carro Celada, profesor muy querido por tantos ponferradinos y leoneses, alma gemela de Gil en sensibilidad y maestría periodística.

La segunda lectura analiza los gustos e influencias literarias de Gil y su valor como paisajista universal, y aporta la «visión de conjunto» de la profesora Paz Díez-Taboada, autora del solvente estudio y edición del Bosquejo en Breviarios de la Calle del Pez (Diputación de León, 1985).

En tercer lugar, el profesor de Literatura de la Universidad Complutense, Epicteto Díaz, especialista en Romanticismo y estudioso de Bécquer y Espronceda, indaga en la mirada romántica y el viaje interior de Enrique Gil. Finalmente, el catedrático de Filosofía y berciano de Cacabelos, Aniceto Núñez, aborda la conciencia crítica de Gil, viajero extraño en su propia tierra.

El índice del libro no deja lugar a dudas sobre el conocimiento detallado que Enrique Gil tuvo de su tierra: desde Bergidum y los castros romanos, a la batalla de Cacabelos contra la invasión napoleónica –muy reciente en la época de Gil–, pasando por Las Médulas, el Valle del Silencio y la Tebaida, Corullón, Carracedo, Ponferrada, Bembibre y los templarios, Astorga con su catedral y seminario, el Páramo; León, donde minuciosamente visita la catedral, San Isidoro y el Hostal, y en fin, la vega del Torío y las tierras de Sahagún.

Sus descripciones complementan las de otros artículos suyos, también dedicados a los monumentos de León y Astorga, y a los maragatos y a los montañeses y babianos, recogidos en el volumen anterior de la Biblioteca Gil y Carrasco, “Viajes y costumbres”, que forman parte del vigoroso periodismo costumbrista, del que Gil participó en el Semanario Pintoresco Español y otros. Porque, además de poeta y novelista, de viajero y crítico teatral, además de bibliotecario y diplomático –todo ella en su corta vida de apenas treinta años–, este libro nos muestra que Enrique Gil fue un excelente periodista.