El rector de la basílica de La Encina, Antolín de Cela, lleva años soñando con hacer en el edificio más emblemático a nivel religioso y turístico de la capital del Bierzo un museo y un mirador. Ambos parecen estar cada vez más cerca de hacerse realidad. El próximo mes de octubre se dará comienzo a la segunda fase de las obras, de las ocho que están previstas, dentro de la conmemoración de los 400 años de la finalización de la torre de la basílica.
Durante los dos meses que se espera que duren esas obras, se irán remodelando, peldaño a peldaño, las escaleras que ascienden al campanario hasta que se agoten los escasos fondos que destina Diputación y la aportación del órgano rector de la Basílica. “Cada año la ,Diputación concede 10.000 euros para restauración y el órgano rector aporta otros 3.310 euros. El coste de las reparaciones que se tienen que llevar a cabo es mucho más elevado por lo que nos vemos obligados a ir plan a plan, haciendo lo que podemos. Ya solo en montar los andamios se nos va mucho dinero”, explica el arquitecto del proyecto, Gerardo Arias.
A pesar de ser cantidades modestas, que las ayudas tengan una periodicidad anual, desde hace más de una década, ha permitido llevar a cabo ya unas cuantas intervenciones. “Además, somos conocedores de la magnitud de las obras que deben acometerse e intentamos ajustarnos a un coste asequible”, asegura Arias. La mayoría de esas actuaciones han sido de puesta a punto y pasan inadvertidas para la ciudadanía. Lo más visible, el tejado, que luce completamente nuevo. “Era necesario cambiarlo para evitar goteras y que no se dañe la estructura del edificio”, defiende el arquitecto. Además, se ha dado acceso al bajo cubierta y se han construido una serie de pasarelas de madera para controlar que el tejado se mantiene en perfecto estado o para acceder con mayor facilidad a una filtración de agua, en caso de que se llegara a producir”.
Por otro lado, las obras más vistosas se mantienen en una espera paciente hasta que llegue el momento en que sean ellas las protagonistas. El museo podría decirse que está prácticamente acondicionado a falta de llenarse de contenido. Mientras tanto, las escaleras están listas para su reposición. “El coste completo podría superar, según mis estimaciones, los 180.000 euros y contamos con partidas de 13.000 euros cada año… La falta de dinero retrasa todos los trámites y calculo que no estarán listas antes de seis años”, estipula Arias. Otro tema es conseguir los permisos de accesibilidad y visitabilidad, no por imposibles si no porque prolongarán algún tiempo más que bercianos y turistas suban a contemplar las maravillosas vistas desde lo alto de la torre a las que sólo tienen acceso por ahora alguna paloma.
Los tablones de madera que componen las actuales escaleras han sufrido cientos de años los paseos de los campaneros, las palomas, la humedad, incluso, la carcoma. A pesar de ello, ¡no están tan mal! A día de hoy todavía son transitables con alguna que otra dificultar pero no revisten, ni por asomo, la seguridad necesaria para que cualquier curioso pueda ascenderlas y disfrutar de las vistas de la capital berciana que aguardan en lo alto del campanario. “Al final de las obras sí habrá esas condiciones de seguridad que permitan que sea una torre visitable siempre que se haga en grupos muy reducidos y controlados”, tranquiliza el arquitecto. Pero por ahora, tendremos que conformarnos con estas imágenes tomadas por el fotógrafo de El Bierzo Digital, Quinito, hasta que el acceso a la torre sea seguro, controlado y libre.