El sector apícola no está viviendo su mejor momento. Lleva tiempo denunciando la precaria y preocupante situación que atraviesa y ahora son las cifras las que confirman este extremo. Aunque en el último ejercicio, 2017, el número de colmenas en Castilla y León sufrió un ligero descenso casi imperceptible del 0,31 por ciento (1.348 colmenas menos) respecto al año 2016, la producción cayó en picado y se quedó en 2.311 toneladas, lo que supuso un 52,76 por ciento menos respecto a las casi 5.000 toneladas obtenidas un año antes.
Las causas son claras. La fuerte sequía que afectó a toda España pero que tuvo una incidencia importante en Castilla y León, así como la heladas del mes de mayo que impidieron la correcta floración, lo que llevó aparejada la muerte de casi la mitad de las abejas. A todo ello hay que sumar el precio de la miel, que aunque de gran calidad, está por encima al de otras mieles llegadas de otros países.
Y todo ello a pesar de que Castilla y León sigue siendo un referente en la materia, ya que es la tercera Comunidad con un mayor número de colmenas (429.418) tan solo por detrás de Andalucía (624.336) y de Extremadura (623.804). Sin embargo, en lo que a producción se refiere, cae hasta el cuarto lugar, con 2.311 toneladas, por detrás nuevamente de Andalucía (7.377 toneladas), Comunidad Valenciana (5.844) y Extremadura (4.301), según los datos facilitados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
En comparación con otros territorios españoles, el número de colmenas también se redujo en el último año en otras cuatro comunidades autónomas: Aragón (4,36 por ciento), La Rioja (3,18), Cantabria (0,21) y Comunidad Valenciana (0,06 por ciento). Por el contrario, creció en el resto, aunque de manera más intensa en Madrid (28,72 por ciento) y Asturias (19,37 por ciento).
En producción, no fue solo Castilla y León la Comunidad que notó las consecuencias de la climatología y diferentes amenazas, al ser la segunda con mayor descenso (52,76 por ciento), precedida por La Rioja (56,24 por ciento), sino que también cayó de forma importante en Canarias (43,21 por ciento). La tendencia contraria se registró en Extremadura, donde la producción creció en algo más del 29 por ciento; en Madrid (28,78 por ciento) y en Andalucía (12,64 por ciento).
Por provincias, en Castilla y León se percibió un descenso generalizado en la producción de miel en el último año, con especial incidencia en León, donde fue de un 79,47 por ciento (de 749 a 154 toneladas) y en la provincia de Soria, donde cayó en más del 58 por ciento (de 95 a 40 toneladas). También se produjeron reducciones de más de la mitad de la producción en los casos de Salamanca (de 2.785 a 1.247 toneladas); o en Palencia (de 169 a 77 toneladas).
También disminuyó la producción en los casos de Zamora, en un 48 por ciento (de 580 a 300 toneladas); en Valladolid en casi un 29 por ciento (de 70 a 50 toneladas); y en Ávila en casi un 24 por ciento (de 96 a 23 toneladas). Por el contrario, en la provincia de Segovia apenas varió la producción de miel en el último año, y tan solo se registró crecimiento en el caso de Burgos, donde aumentó en un 10,5 por ciento, desde las 224 a las 248 toneladas.
Más controles
Aunque este año han mejorado las cosas, el principal inconveniente a día de hoy son los precios, que están “muy bajos”, por debajo de los tres euros por kilo, que en ocasiones no cubre los costes de producción. De esta manera, el mercado se encuentra “muy parado”, algo que el apicultor, perteneciente a Asaja, Castor Fernández, atribuye fundamentalmente a los precios, aunque estima que puede haber otros factores.
Los apicultores piden “más controles” a las mieles llegadas desde el exterior, porque las importaciones no han descendido, lo que evidencia que el consumo interno sigue existiendo. Sin embargo, las mieles del exterior llegan a 1,2 o 1,3 euros “sin ningún control” porque el producto “se está adulterando mucho” y se está recibiendo mucha miel de fuera que “no es miel” y que en ocasiones es “un sirope de arroz o de maíz”, lamentó.
El responsable del sector apícola de Coag en Castilla y León y coordinador autonómico de la organización, Aurelio Pérez, coincide en que uno de los problemas que tiene ahora el sector, después de un año “muy bueno” en recuperación de enjambres pero en el que no se lleva a los niveles de miel importantes, es el de los precios, que han caído a la mitad de años normales, lo que se ha convertido en “un gran problema”. Se suma a la crítica de la mala calidad de la miel que se importa, en especial de China y Sudamérica, en muchos casos para mezclarla con miel nacional para darle “color y textura” y exportar la mezcla. De ahí que en los envases pueda leerse que se trata de mieles “procedentes y no procedentes de la Unión Europea”, una controversia que lleva a reclamar que se indique “con claridad” el origen del producto “para que los consumidores escojan”.
Compromiso político
Para frenar esta problemática con los precios, el responsable apícola de UCCL, Juan Carlos Pérez, reclama un “compromiso político” tanto por parte del Estado como de la Comunidad, porque augura que será “tarde” si este llega cuando se haya perdido el 80 por ciento de los productores del sector. Para ello se pide también un etiquetado “claro”, aunque reconoce que a los importadores no les interesa que figure claramente el origen del producto, lo que supone “un jaleo” que beneficia a los grandes importadores y envasadores. Mientras que en España se compra la miel “a precios ridículos”, luego se exporta “a muy buenos precios” y eso está haciendo mella en el sector.
Potenciar la profesionalización
Aurelio Pérez estima que el sector se ha vendido “equivocadamente” en los momentos de crisis económica, desconociendo los requerimientos que tiene la apicultura. “El sector apícola tiene ahora una implantación de un sector profesional, con explotaciones que están desapareciendo en detrimento de un colectivo más jovista no profesional, que lo tiene como una actividad más lúdica”, dijo Pérez, quien cifra en unas 2.500 o 3.000 las explotaciones apícolas existentes en Castilla y León, de las que alrededor del 40 por ciento son profesionales, en su mayoría en la provincia de Salamanca, que suma cerca de 600 profesionales, que se ven obligados a mover cada año alrededor de 800 colmenas para poder vivir, lo que supone una dedicación “permanente”.
“Cuando se pierde al profesional, se pierde el potencial”, reflexionó Pérez con rotundidad, y lamentó que se haya utilizado al sector “como vía de salida económica que no era tal” con una actuación “irresponsable” que ha percibido la existencia de un sector “bucólico” y además relacionado con el medio ambiente, algo que está “de moda”, pero que supone una enorme dedicación y conocimiento porque “de ninguna manera es un sector en el que se pongan las cajas y ahí quedan”. “Se está haciendo un negocio a costa de la buena intención de la gente que busca una salida económica”, incidió.
Pérez explicó a Ical que el sector apícola requiere de “una gran profesionalidad”, con un amplio conocimiento de la situación y de las enfermedades de las abejas, pero también mucha dedicación porque “para que una explotación sea viable, tiene que ser movista, e ir buscando las floraciones”, un trabajo que en ocasiones hay que hacer de noche. “De ninguna manera es un sector que se pongan las cajas y ahí quedan”, aclaró Pérez.