¿Puede existir un mundo sin risa? Ciertamente no. La risa es parte de la genética humana. Ya la escultura sumeria por el año 3000 antes de Cristo da fe de la sonrisa. No así los egipcios que con su extrema preocupación por el más allá, imprimían a sus esculturas un fuerte hieratismo aburrido y falto de atractivo. Famosa ha llegado a ser la sonrisa etrusca, incluso cuando se trata de figuras que forman parte de un mausoleo.
La sonrisa transciende a la persona, la dota de contenido y causa una fuerte impresión en el prójimo. Los griegos agruparon todas las sonrisas en la comedia para destacar el lado banal, pero didáctico de la naturaleza humana. No opinaba lo mismo el hermano Jorge, uno de los principales protagonistas de la película “El nombre de la Rosa”. En una de las escenas cumbres de la misma, se enfrenta al franciscano Guillermo de Baskerville afirmando que la risa es un invento diabólico y que Cristo nunca sonrió. Guillermo le replica que San Francisco era depositario de un buen sentido del humor y sonreía con facilidad. El hermano Jorge zanja la discusión con un golpe seco en el suelo y dando voces. No tenía muy buen humor ni reía nunca, quizás porque era el asesino.
La risa nos hace humanos. Sirve tanto para hacer el bien como para mostrar odio, desprecio e incluso sadismo. Digo que sirve para hacer el bien, pues una simple sonrisa puede ser sinónimo de múltiples palabras e incluso compendio de multitud de sentimientos. Una sonrisa regalada en el omento oportuno puede hacer mucho bien a su destinatario. Por el contrario, puede convertirse en una flecha que traspase lo más hondo del alma simplemente manifestando indeferencia. Sea como fuere, la risa está presente en nuestras vidas.
Es un acto social y aunque algún agorero como Nietzche situó en la tragedia griega el resumen de su filosofía de vida, no cabe duda de que el mundo sigue siendo mundo porque tenemos la capacidad de reírnos de muchas cosas, entre ellas de nosotros mismos. Es la mejor autocrítica que podemos hacer. Implica humildad y generosidad para con uno mismo. Si no estamos poseídos del todo por la soberbia, todavía seremos capaces de reírnos de nuestros actos hasta la carcajada. Cuanto mayor sea esta, mayor beneficio obtendremos.
La falta de sonrisa genera rechazo. Todos evitamos aquellas personas malhumoradas que parecen ser depositarias de un carácter que lo resumimos en el adjetivo malo. En sentido contrario, nos referimos a buen carácter cuando una persona mantiene su sonrisa en el rostro de forma frecuente. ¡Cuantos problemas ha evitado una sonrisa a tiempo!
Nos reímos incluso cuando estamos solos. En los programas de la NASA para los astronautas, donde están absolutamente tasados todos los tiempos, se dedica parte de su horario a la sociabilidad. Se entiende que es absolutamente necesario para mantener el equilibrio emocional en un ambiente tan estresante como una nave espacial o la propia estación espacial. Sería horroroso pasarse meses con un astronauta que no sonriera nunca. Lo más lógico sería pensar que no estaba bien de la cabeza y prevenirse de él porque tarde o temprano la liaría.
La sonrisa de una persona es la antesala de su alma. Quizás por esto ahora está de moda estudiar el lenguaje gestual para que haciendo un uso apropiado del mismo, se consigan nuestros objetivos. Una de las recomendaciones más frecuentes de los especialistas en esta campo es la de ofrecer la mejor de nuestras sonrisas a quienes nos estén escuchando. ¡Por algo será! Para ser más concreto y práctico: ¿Es posible enamorar a alguien sin una sonrisa? Apuesto lo que sea a que no es posible.