No sé si es que habito en un planeta diferente, pero hasta la fecha no he visto ni una sola imagen del funeral y sus consecuencias del deportista Diego Armando Maradona a quien, como es lógico, conozco desde hace décadas a través de los medios de comunicación. Y eso me ha dado qué pensar no vaya a ser que, efectivamente, me encuentre un poco fuera de la realidad.
Sí he escuchado y leído numerosos comentarios al respecto, por lo que creo poder tener una opinión sobre lo que al parecer ha significado este reciente óbito. Lo que me hace suponer que sí estoy dentro de la realidad y de este planeta.
De acuerdo con los menos, creo que se ha desorbitado esta cuestión, habida cuenta de que se trata del fallecimiento de un deportista, desde hace muchos años fuera del ejercicio de su deporte, y que durante ese largo y último periodo de su vida su aportación ha sido, por decirlo de modo poco irreverente, negativa. Así califico su ejemplo de entrega disparatada a las drogas y a otros elementos no recomendables si son pasados de la raya, que nos ha sido mostrada una y otra vez generando en nosotros, o en algunos de nosotros, una sensación de lástima, que no de admiración.
Entre las opiniones que he escuchado sorprenden las de sociólogos intentando explicar el “fenómeno Maradona”, no ya en Argentina, su patria, sino en otras muchas partes del mundo, en las que su formación –la del “fenómeno Maradona”– ha sido consecuencia, precisamente, de su madurez y alocado y prematuro envejecimiento, que han tenido más que ver que su propio juego en los campos de fútbol. Esta conclusión increíble a mí me llena de desazón y perplejidad. Sin que pueda decir mucho más.
No se trata pues de Maradona y de su juego. Lo que lleva a las masas a perder el sentido es su peculiar estilo de vida y circunstancias. Un buen amigo mío, Lenny Flames, resalta frente a la figura de Maradona, la de Di Stéfano (“La mano de dios: los pies del diablo”, La Crítica, 30/11/2020). Próximos en calidad y mito deportivo el uno del otro, qué distancia, sin embargo, entre sus presencias hoy y en la historia futura.
Otro amigo, argentino este, identifica este éxito de Maradona con su filiación o acercamiento político a esas izquierdas revolucionarias que quieren cambiar el mundo, consiguiéndolo en algún que otro solar, concentrándose la mayoría más allá del Atlántico. Sobre esta cuestión reconozco no tener criterio.
Sea como sea, el fenómeno está ahí y parece ser que para mucho tiempo. Mientras, seguiremos tratando de descifrar el porqué del atractivo que despiertan las desgracias ajenas en tanto bicho viviente.
Maradona, descansa en paz.
Juan M. Martínez Valdueza
30 de noviembre de 2020