A los pies de los Montes Aquilianos ‘descansaba’ hasta hace unos días el Valle del Silencio, en plena Tebaida berciana. Las llamas han arrancado la paz característica de ese paisaje y lo ha convertido en un infierno del que no cesa de emanar humo negro resultante de la combustión de las encinas, castaños, pinos y robles que conformaban su bosque autóctono y ahora son cenizas.
Saidron ha querido devolver a la memoria de los bercianos la grandeza medioambiental de este paraje. Hace tan sólo unas semanas, lo único que se veía a lo lejos en sus montañas era nieve.
A expensas de que la pesadilla acabe y la Junta dé por controlado el incendio que ya ha calcinado más de 2.000 hectáreas, resta seguir mirando al monte con consternación, impotencia pero esperanza.