. “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más”. Esto que dice una popular canción navideña, viene como anillo al dedo a la actual situación de pandemia.
El coronavirus está poniendo en una incómoda situación al conjunto de la Humanidad y también a la ciencia que no consigue doblegar tan fácilmente esta pandemia. Esto me da pie para reflexionar sobre un tema que desde una perspectiva científica ya ha sido analizados muchas veces. Me refiero a la extinción total y absoluta de toda la Humanidad. Esta situación desde el punto de vista científico, es algo tan normal como la llegada del invierno por ejemplo. La especie humana como cualquier otra especie biológica conocida puede extinguirse. El tema es saber cuando esto puede ocurrir.
Hace ya muchos años (en el siglo pasado) leí unas buenas reflexiones sobre este tema en un libro del que es autor D. Luis Ruiz de Gopegui, un científico español de reconocido, prestigio al que tuve la satisfacción de conocer personalmente. Son varias las causas enumeradas por el precitado científico que podrían llevar a la desaparición de los seres humanos. Superpoblación, degeneración genética, avances tecnológicos, deterioro del medio ambiente, agotamiento de recursos naturales, guerra atómica…pero no citó de forma explícita al menos, la aparición de una epidemia a nivel mundial y que fuese totalmente incontrolable por la ciencia y tecnología humanas. Curiosamente este podría ser el caso del coronavirus.
En realidad a lo largo de la Historia, diversas epidemias han afectado al conjunto de la Humanidad provocando cuantiosas muertes. Me parece que en los libros de historia de la que más se habla es de la Peste Negra (mitad siglo XIV de la Era Cristiana). Esta de nuestros días es por tanto y en principio una más. Tarde o temprano acabará siendo vencida o arrinconada como lo fueron la peste o la lepra por ejemplo. Por lo que yo conozco, me parece descabellado sugerir que podría acabar con la muerte de todos los humanos de este planeta. Somos miles, millones los seres humanos y por dura que sea la pandemia, parece prácticamente imposible que sea capaz de erradicar de la faz de la Tierra a la Humanidad. Lo razonable es suponer que por unas u otras razones, un grupo o más bien numerosos grupos humanos, acaben resistiendo a la enfermedad y teniendo descendencia que preserve en definitiva el legado de la Humanidad, que es no lo olvidemos el legado de todos. Claro que después de esta pandemia …puede venir otra peor.
Ahora bien dicho todo lo anterior, conviene añadir que nos hallamos ante una buena ocasión para la reflexión sobre el asunto y sus implicaciones. En primer lugar para ser conscientes de que somos vulnerables y de que no tenemos garantizada la pervivencia eterna, al menos desde una perspectiva científica. El afán o el anhelo de inmortalidad, tanto a nivel individual como colectivo, es por lo que sabemos sólo eso un anhelo o un deseo. Es más incluso algún pensador muy famoso (y ya muerto) como I. Asimov escribió (“Nueva guía de la ciencia”) que , “tal vez la inmortalidad ofrezca peores perspectivas que la propia muerte”. Afirmación esta sorprendente, quizá pero no descabellada. No resulta tan extraordinario hallar a personas asqueadas de vivir.
Hemos de reflexionar asimismo sobre los que consideramos nuestros enemigos. Desde hace milenios, los humanos hemos tomado por enemigos a otros humanos y hemos desarrollado armamentos cada vez más sofisticados para defendernos de ellos y exterminarlos. Empezamos hace siglos por lanzas, espadas, flechas y así hasta llegar a las armas nucleares, que sin embargo…no son eficaces contra el coronavirus.¡¡ Vaya decepción¡¡. El Mundo hoy es una aldea global. Esta pandemia lo está demostrando. Las vacunas no sirven si se aplican sólo a nuestro pueblo, a nuestra ciudad, a nuestra región o a nuestro país. Es precisa una respuesta global y a nivel de toda la Humanidad.
Por otra parte hay que considerar, que el único modo de preservar nuestra memoria es que la Humanidad continúe. Pero no es menos cierto que una vez fallezcamos, el recuerdo que quede de nuestro paso por este mundo, sea bueno o sea malo, a nosotros en nada nos afectará por lo que sabemos. Son muchos los personajes de otros tiempos de los que día tras día se habla o escribe más que de los presentes. Los libros, las revistas, las películas, Internet… están llenos da referencias a personajes que vivieron hace siglos y que de este modo y sólo de este modo siguen por tanto aún “vivos”, aunque sea sólo obviamente de modo virtual. Pero claro a aquellos que ya no viven, lo que se hable, escriba o comente de los mismos no les sirve para nada. Los homenajes o las reprimendas hay que hacerlas en vida de las personas. No debemos caer en la estupidez a la que se alude en la conocida frase popular que dice, “muerto el burro la cebada al rabo”. Honrar a los muertos sólo sirve para los que están vivos.
No obstante lo que si parece claro es que los presentes siempre se han podido beneficiar del legado de sus predecesores y por ello la obligación moral de la ciencia, la medicina y la política actuales; es hacer todo lo posible para que la humanidad del futuro sea mejor que la actual y sobre todo para que se pueda perpetuar en el tiempo lo más posible. Como dice la Religión Cristiana, “por los siglos de los siglos”.
La imagen que adjunto está tomada de la Red. En la misma señalo su procedencia.
Bembibre 24 de diciembre de 2021
Rogelio Meléndez Tercero