A su papel histórico como territorio clave en la Reconquista se une el hecho de que tuvo un protagonismo destacado siglos atrás y que su extensión varió por las disputas entre reinos. A eso apela el leonesismo para reclamar una autonomía propia formada por León, Zamora y Salamanca, las tres provincias en las que un Real Decreto de 1833 dividió el histórico Reino de León.
Otra fecha clave fue la Constitución de 1978, en la que se ponían las bases del estado autonómico. No sin disputas, discusiones y tensiones, León entró a formar parte de la que hoy es la comunidad más extensa de España -más de 94.000 kilómetros cuadrados-, con nueve provincias. Pero esa unión a lo que era Castilla La Vieja no apagó el leonesismo, que más que como ideología política permanece como sentimiento. Aun así, la primera formación de este corte fue el GAL (Grupo para la Autonomía Leonesa), en 1977.
Un mes después de las elecciones generales, los diez diputados y senadores elegidos por la provincia, a los que se sumaron los tres senadores reales de origen leonés asistieron a una comida en Madrid en la que debatieron el futuro de la misma. Comenzaba un proceso de indefinición. Alianza Popular se declaró entonces partidaria de la unión con Asturias o de resucitar el Viejo Reino de León. PSOE y UCD, los dos principales partidos, no tenían una postura definida. La clave del futuro autonómico de León estaba en el partido hegemónico, los ucedistas, dominados por los hombres de Martín Villa. En general, la UCD de León se mostró cauta y, aunque terminó apartándose del proceso autonómico castellano y leonés, no inició, al contrario que los cántabros y riojanos, la búsqueda de la autonomía uniprovincial.
Fecha y lugar claves: el viernes 28 de marzo de 1980, en Astorga. Tras dos horas de reunión y discusión, por 56 votos a favor de León con Castilla, seis en contra y ocho abstenciones, la unión salió adelante. Fue el propio Martín Villa el que justificó la decisión por «razones de índole de partido y de interés nacional», además de para ayudar a fortalecer la autonomía de Castilla y León. Desde entonces, los leonesistas han considerado una traición esta maniobra.
A partir de aquel momento el leonesismo desapareció como opción política, aunque conserve un buen ramillete de siglas: PAL, UL, UPL, PREPAL… El alcalde que lo resucitó fue Juan Morano. Con él, en los años 80 se vivieron los momentos álgidos. Pero esa «bomba» la desactivó José María Aznar como presidente de la Junta de Castilla y León llevando a Morano a ingresar en el PP. Hoy, el leonesismo es un sentimiento general, pero su mayor opción política, UPL, es minoritaria con un procurador regional y un grupo de concejales diseminados por la provincia.