Las cifras de los últimos casos de corrupción no dejan lugar a dudas. Más de 30.000 millones de euros desaparecidos de las arcas públicas en un total de más de 1.200 casos abiertos en todo el Estado y 900 imputados. Desde el escándalo de los cursos de formación de UGT y la Junta de Andalucía, hasta llegar a la operación Púnica de esta misma semana. Todos los principales partidos políticos, todas las administraciones públicas en sus diversos niveles y, lo que se dice poco, con la connivencia de empresarios corruptores o medios de comunicación silenciados.
Está claro. La generación de los hijos de la Guerra Civil, se educaron con cierta disciplina, dureza en ocasiones y accedieron cada vez con mayor número a la Universidad. En ellos la ideologia, el sacrificio, el trabajo o el estudio y un mínimo código ético o religioso, según el tipo de persona, presidía sus vidas en general. Nada queda ya de aquella clase política donde representar a tus vecinos en el ayuntamiento, a tus paisanos en Madrid y demás era, además de un logro personal, un orgullo y una responsabilidad a la que rendir cuentas más tarde. Ese y no otro es el principio clásico de la democracia occidental retomado en los sistemas parlamentarios liberales en los siglos precedentes. Aquí, los primeros socialistas, como los primeros demócratas del centro-derecha español, abandonaron su radicalidad para poder convivir en paz. Pocos recuerdan a un joven Felipe González en Suresnes erradicando el marxismo y otra serie de rémolas para situar a la altura de los tiempos al viejo PSOE de toda la vida de Pablo Iglesias su fundador. AP, luego PP, dejó tras de sí también a las destacadas figuras del Antiguo Régimen, los siete magníficos, (algunos creerán que hablo de la película), para conformar una coalición permanente con liberales, UL, demócratas cristianos, PDP y demás. Aquellos Pactos de la Moncloa con los principales partidos nacionalistas de Cataluña y Vascongadas, y alguno más; el llamado Espíritu de la Transición permitía cerrar viejas heridas y los hijos se confabulaban a no cometer los mismos errores que los padres 40 años atrás.
¿Qué nos ha pasado?
Nos encontramos en la segunda década del siglo XXI. Mucho más allá del mítico año 2000 de cuando imaginábamos un futuro robotizado los nietos de los contendientes fraticidas de los años 30. Todo parece caminar en una misma senda 80 años después. Con diferencias, sí, pero más semejanzas que otra cosa. Leo y releo libros, discursos y memorias de los principales actores políticos españoles de los años 20 y 30. Incluso de pensadores y filósofos de entonces. Azaña, Ortega… El asunto catalán, el vasco, la identidad de España, las tensiones sociales, la España de los señoritos y la del mundo obrero y rural, el desempleo, el abandono del campo, el crack bursátil del 29 y su terremoto posterior en todas las economías europeas, la prensa radicalizada cada vez más, discursos altisonantes, influencias de dictaduras del proletariado o del nacionalismo burgués…Y al final, los primeros incidentes sociales, manifestaciones, peleas, atentados y por fin, la guerra. Terrible.
Hoy eso nos alegramos que no vaya a pasar. No puede pasar. Hemos aprendido todos la lección. Las familias, hermanos, vecinos, regiones…no podemos volver a tropezar en la misma piedra. Aunque a veces parezca que sí como humanos que somos. Conozco a muchos alcaldes pedáneos a los que les cuesta dinero y tiempo atender las necesidades de sus pequeños pueblos. Suben y bajan medicinas, hacen recados a los más ancianos, tramitan temas básicos como que haya luz, teléfono y una comunicación en condiciones hasta su pequeña localidad. Pero también hay presidentes de juntas vecinales que aumentan el censo empadronando en un pajar a primos y parientes para ganar las elecciones en el pueblín. Gestionar manu militari el alquiler de los pastos comunales, la leña, los cotos de caza… Son, a groso modo, dos formas básicas de entender la res pública, el servicio a los demás, la política. Imagínense de ahí a todo un Gobierno nacional.
No todos los políticos son unos corruptos. Tampoco todos los corruptos son políticos. De los políticos, ustedes estarán tan hartos como yo por exceso de información, se prodría decir de todo. Hoy quiero hacer incidencia aquí de esos medios, de compañeros de profesión, que me tienen absolutamente atónito. Una empresa informativa es, evidentemente, una empresa. Como sociedad, inscrita en la clase que sea, necesita un lucro, un beneficio para seguir adelante, existir. Nuestro producto son noticias, ideas, reflejar la realidad de lo que acontece. Es un bien intangible, pero con su coste de producción innegable. Somos también intermediarios, notarios con respecto a los poderes y a los ciudadanos. Creamos, conformamos, o ayudamos a sustentar climas de opinión. A veces en contra, a veces a favor. De ahí a la manipulación hay un invisible espacio muy, muy estrecho.
Imputar a un alcalde en un tema sucio, aunque solo sea porque tiene que declarar sin estar presuntamente acusado de tal o cual no es hundir a la persona, pero si se quiere sí. Elementos hay para ello con habilidad comunicativa. Me he quedado ojiplático de cómo muchos medios hasta el día antes ponían alfrombras rojas, en sentido figurado, a determinados políticos y de repente han contribuido como nadie a una especie de Caza de Brujas, de Aquelarre general, de Tribunal de Inquisición en la plaza mayor que hoy son las redes sociales y los medios contra toda la denominada “casta” por el coletas que ha irrumpido en la escena política con esta situación. Un nuevo mesías. Como aquél del bigotín que llegó para salvar a su pueblo germánico de la impureza de toda raza no afín. Cuidado con los salvadores. Antes usaban sables. Espadazos. Palo y tente tieso. Ahora la televisión y las redes de internet. El lavado de cerebro, la manipulación también se moderniza.
Seguramente, toda esa clase política se merece el escarmiento social. El peso de la Ley debe caer sobre todo ciudadano que delinque. Pero, dice el periodista en su ignorancia, ¿y van a salir de rositas los empresarios corruptores y los medios de comunicación que contribuían con esas loas antes a la maquinaria de poder e influencia económica y ahora, insólito, mudan su traje cual torquemadas de la comunicación?