El berciano Jesús Valero es un amateur a la astronomía que colabora, junto a una veintena de aficionados de España y de Italia, con grupos de profesionales en la observación de una supernova recientemente descubierta, la AT2018-cow, conocida como “la Vaca”.
Valero, como el resto de colaboradores, toma desde su observatorio medidas fotométricas de la estrella. Estos datos, junto a los relativos a las diferentes longitudes de onda que emite la estrella, permiten conocer la composición del astro (las diferentes longitudes de onda son lo que, en nuestro planeta, hace que se forme el arco iris con la luz del sol).
Tiene su equipo instalado en un cobertizo en el jardín de su casa en Fuentesnuevas. Esto le permite no tener que montarlo y desmontarlo cada vez que lo usa, lo cual es de agradecer porque sólo el telescopio pesa unos 50 o 60 kilogramos. Junto a este aparejo está el ordenador mediante el que lo controla. En el portaocular (el sitio en el que pondríamos el ojo) hay una cámara CCD conectada al ordenador, a través de cuya pantalla la observación se realiza.
“La Vaca” está en una galaxia muy, muy lejana, en la constelación de Hércules, a 200 millones de años luz, todo un paseín. No puede verse a simple vista aunque es muy brillante. Pero el ojo humano, en condiciones de visibilidad óptimas, puede percibir lo que los astrónomos como el berciano Jesús Valero llaman objetos celestes de hasta magnitud 6 como máximo. La luna tiene -16 de esa magnitud, Venus -4 y el Sol -26; la estrella Vega tiene 0 y la Polar, 2. Objetos como “la Vaca” solo pueden verse con un telescopio muy potente (el de Jesús tiene 250 aumentos). Con el sensor CCD, además, consigue a medida que pasa el tiempo de exposición (por leve que sea) el instrumento “apile” la luz que recibe (como ocurría con los carretes fotográficos).
La supernova AT2018-cow
La supernova AT2018-cow es una estrella de reciente descubrimiento: como su nombre indica, se registró en 2018. Ha sido catalogada como supernova, lo que quiere decir que está en la fase final de su vida. Esta estrella explotó y dicha explosión fue lo que llamó la atención del equipo de Hawai que la descubrió.
Las estrellas, explica Jesús, tienen vida: nacen, evolucionan y mueren cuando se les acaba la energía, cuando ya no queda más hidrógeno que transformar en helio. Entonces, empiezan a crecer de diámetro y o bien explotan como una supernova o bien las capas externas se expanden mucho y es una nova, como se espera que ocurra con el Sol. Tomarán un camino u otro dependiendo de su masa: si hay mucha, explotan; si hay poca, como el Sol, acaban como una nova.
Astrónomo en el Bierzo
Jesús Valero pertenece a un grupo de aficionados que acumulan información, como la relativa a “la Vaca”, sobre supernovas, observa asteroides y también tiene interés por las llamadas “estrellas variables”. De hecho, ha descubierto cinco cuerpos de este tipo, cinco estrellas variables que no se sabía que eran tal cosa.
Una estrella variable es un objeto del universo cuya luminosidad varía a lo largo de tiempo. Cuando comparamos las observaciones fotométricas, obtenemos una “curva de luz”. Son estrellas que, igual, hoy la vemos y a los dos días dejan de brillar, o brillan menos, “como faros en el universo”, nos cuenta Jesús; y esto puede ocurrir a lo largo de años o a veces cambian el brillo en horas. Hay muchos tipos de estrellas variables y se van catalogando según esta curva que se obtiene en la observación y medición de su luminosidad a lo largo del tiempo.
Se toma la imagen durante varios días y a través de programas informáticos se ve cómo es la curva, se analiza y se empieza a catalogar.
A veces estos cambios responden a fenómenos intrínsecos (originados en la propia estrella) y a veces a factores externos, como por ejemplo en las estrellas dobles que los astrónomos llaman “cerradas cuya percepción desde la tierra varía. Están muy juntas, de hecho casi unidas, una brilla menos y al orbitar y colocarse delante, el conjunto varía el brillo (como en un eclipse).
El bólido berciano
Jesús Valero ha seguido con interés las informaciones científicas que han ido surgiendo al hilo de la irrupción en el cielo de la comarca de un bólido el pasado día 18 de enero. Este astrónomo de Fuentesnuevas comenta que lo escuchó y que vibraron las puertas de su domicilio. Según los cálculos a los que más fiabilidad da, el bólido debió de explotar a unos 40-50 kilómetros del Bierzo (la atmósfera tiene más de 400), dado que entre el fogonazo y la llegada del sonido pasaron dos minutos y muy probablemente todo resto del mismo se desintegró antes de tocar el suelo. Esto ocurre con el 90 o 95 por ciento de la masa de los meteoroides que entran en la atmósfera.
Probablemente, no quede nada de ese meteoroide de aproximadamente un metro de diámetro que visitó recientemente el Bierzo.
Para Jesús, fenómenos como estos pueden despertar mucho interés en los niños y jóvenes por la astronomía. “Muchos profesionales empezaron por cosas como esta”, nos dice en referencia a sucesos como el del bólido. “Por estas cosas anecdóticas hay personas que se interesan por el tema”.
En su caso, el interés por la astronomía, que le ha llevado a descubrir cinco estrellas variables y a colaborar con otros muchos en el avance de esta ciencia, fue debido a un vecino. Al parecer, lo encontró una vez mirando al Sol con su telescopio (y unos filtros adecuados para ello). Estaba observando las manchas del Sol, esas zonas oscuras en plena bola de fuego. Otro día, pudo echarle un ojo a los cráteres de la luna, y entonces empezó a interesarse por el porqué de aquellos cráteres, y una cuestión llevo a la otra… y hasta hoy. “La astronomía engancha”, nos dice entre risas.