PREMIOS MUJER 2024

Hieráticas como esfinges

Las tres acusadas por el asesinato de Isabel Carrasco han asistido a la sesión de la mañana del primer día del juicio con una pose absolutamente impasible. Hieráticas como esfinges, sobre todo la policía local Raquel Gago
Montserrat González (2d), de 60 años, autora confesa de los disparos que acabaron con la vida de Isabel Carrasco; su hija, Triana Martínez (2i), de 36; y la agente de la Policía Local de León Raquel Gago (d), de 42, durante el juicio por el crimen de la presidenta de la Diputación de León que se celebra en la Audiencia Provincial de León. La Fiscalía solicita 23 años de cárcel para cada una de las tres acusadas. (EFE / J. Casares)

La autora material del crimen, Monserrat González, se ha sentado junto a su abogado y a su hija, Triana. Las dos muy serias, vestidas de oscuro, con el cabello recogido atrás en sendas coletas. Sin pintar ni maquillar ni otras concesiones a la coquetería. Triana se ha mantenido toda la mañana con la mirada perdida en un horizonte imaginario. No ha habido muestras de complicidad entre madre e hija. No se han  mirado ni comentado nada. Se han ignorado absolutamente. Triana ha hablado alguna vez con su abogado, pero nunca ha dirigido su mirada hacia al público o hacia el banco de la prensa. Está muy delgada. La cara afilada, muy consumida.

Ha habido un momento en que Triana no ha podido  aguantar la presión y se le han humedecido los ojos. Lo ha tratado de disimular. Ha ocurrido cuando se leían las conclusiones provisionales de su abogado defensor a primera hora de la mañana. Luego, nada. Cuerpo erguido, mirada perdida y ni un rictus. Impasible. Muy seria.

La madre, Monserrat, sin embargo, no ha quitado su mirada de la presidencia de la sala. Seguramente miraba sin ver. También ha perdido la compostura en dos ocasiones, en las que se le han llenado los ojos de lágrimas contenidas y no ha tenido más remedio que usar un pañuelo de papel. Eran los momentos en que se leían las conclusiones provisionales de su abogado defensor y, la segunda vez, cuando éste se dirigía al Jurado  en sus alegaciones. Ni en estos momentos más emotivos y tristes madre e hija se han mirado. Ni se han tocado las manos con muestras de cariño o de complicidad. Nada. Como si las separara un precipicio. Seguro que son estrategias de la defensa, en la que la imagen es tan importante como las palabras.

Raquel Gago se ha comportado toda la mañana como una estatua de frío mármol. Ni un signo de emoción. Dura como una piedra. No ha exteriorizado sus sentimientos ni un momento. También ha llegado a la sala vestida de negro, con el pelo lardo, ocultando la parte del rostro que divisa la prensa y el público. No ha bebido ni agua durante la larga sesión dela mañana.

Y, sobre todo, ha ignorado a las hasta hace poco sus amigas Monserrat y Raquel. Ni se han mirado. Madre e hija se han sentado justo detrás del asiento de Raquel. Como si no existieran. Ni siquiera al sentarse o levantarse al inicio o término de la sesión se han mirado. Pero, sin embargo, los abogados defensores coinciden de lleno en sus estrategias.

El abogado defensor de Monserrat ha sido el más mediático y contundente en sus manifestaciones. Lo tiene claro: Monserrat asesinó a Isabel Carrasco, pero con una serie de atenuantes, con los que persigue que la condena sea la más baja posible. Se le nota a este abogado, José Ramón García, su experiencia en casos complejos y de amplia repercusión mediática. Su línea de defensa se centrará en denunciar una serie de irregularidades en la investigación policial y de procedimiento, que, incluso, podría obligar a la repetición del juicio. También hará hincapié en una supuesta indefensión por esas irregularidades y en toda una serie de atenuantes, como el acoso profesional y de Hacienda que la víctima, Isabel Carrasco, desplegó en torno a Triana y que ella, su madre, no podía consentir bajo ninguna manera. Era ella o su hija. Un dilema que busca sensibilizar al Jurado. Lógicamente, aportará el testimonio de profesionales que avalarán la presunta discapacidad mental transitoria.

Pidió la libre absolución para Triana, cuya participación en el crimen sería muy secundaria. La base de defensa se centrará en que Isabel Carrasco utilizó todos sus mecanismos de poder, tanto en la Diputación como los derivados de sus múltiples contactos en Hacienda y en la Junta de Castilla y León, para destruir profesionalmente y personalmente a Triana Martínez, a quien, además, le habría propuesto mantener relaciones sexuales. Triana se negó y ahí comenzó su calvario. Según la defensa, Carrasco no desistió hasta que vio arruinada y destruida profesionalmente a Triana.

Se trata de crear un escenario de sufrimiento, persecución y acoso que justificarían los motivos del crimen. El objetivo es desplegar una serie de atenuantes razonables para rebajar la pena de  la asesina confesa Monserrat y lograr la total absolución de Triana.

Por la misma línea se encamina  la defensa de  la policía local Raquel Gago, quien siguió sin inmutarse durante la intervención de su abogado ante el jurado. No movió ni un músculo en señal de aprobación o asentimiento. Su defensa se basa en que la amistad con Triana no es motivo que justifique su participación en un asesinato, que nunca existió un plan preconcebido para asesinar a Carrasco, que  jamás participó en sesiones de seguimiento a la víctima, que al enterarse del crimen y conocer la implicación de su amigas quedó bloqueada mentalmente y que nunca fue consciente de que Triana  había dejado en su coche el arma homicida. Y que nada más descubrirla, lo primero que hizo fue llamar a comisaría y entregarla. Todo lo demás serían coincidencias. Terribles coincidencias.

Las acusaciones, por su parte, se han mantenido en sus posiciones iniciales ya sabidas. Las tres son culpables. Hubo conspiración y premeditación  y por ello tanto el fiscal, como las acusaciones particulares y popular exigen la máxima pena: 23 años de prisión al considerar que el asesinato fue un atentado. Una terrible agravante.

Esta tarde sigue la sesión con uno de los momentos cumbres del juicio: la declaración de Monserrat González, la autora confesa del crimen. Es la que peor lo tiene. Ella misma confesó en su momento. Habrá que ver si conmueve a los miembros del Jurado.