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Las fiestas del Cristo de Bembibre se han iniciado oficialmente con el pregón del periodista y escritor bembibrense Carlos Fidalgo, ganador entre otros premios del ‘Tristana de Novela Fantástica’, con El agujero de Helmand, y más recientemente del ‘Tiflos de Relatos’, con Septiembre Negro.
El escritor quiso empezar su pregón recordando todo lo que hace que “los bembibreses sintamos orgullo de ser de aquí”, un elemento que consideró necesario para formular un pregón a la altura de las circunstancias. Así, habló de los castros prerromanos, del Edicto de Augusto, del que pidió su regreso a la capital del Bierzo Alto, y de su historia en todas las épocas; de la condición de Señorío de Bembibre, de la concesión de un fuero y de su sinagoga y barrio judío. Y, por supuesto, recordó el libro de Gil y Carrasco por el que se conoce a la localidad en el mundo entero: ‘El señor de Bembibre’.
Quiso el pregonero referirse también al fotógrafo Bernardo Alonso Villarejo y a la que fue su casa, un edificio modernista en el que se prevé crear un centro cultural, y al pintor Amable Arias.
El botillo y el carbón también estuvieron presentes en el pregón del periodista, que asimismo habló de su padre, quien regentó el bar Pallarés, y de aquel Bembibre bullicioso que ya no lo es tanto. “Porque un buen pregón también tiene que dejar un hueco a la nostalgia”, expresó, en una lluviosa tarde en la que sin embargo los vecinos aguantaron hasta que finalizó sus palabras.
El escritor destacó que Bembibre tiene que “reinventarse” si bien él no tiene respuesta al cómo, pero sí la seguridad de que deben hacerlo los bembibreses, refiriéndose a la famosa frase de Kennedy retomada por Obama; ambos, en sendos discursos que ya han pasado a la posteridad, pedían a los ciudadanos que no se preguntaran lo que su país podía hacer por ellos sino lo que ellos podían hacer por su país. “¿Y qué podemos hacer nosotros por Bembibre, qué podemos hacer por nosotros mismos?”, parafraseó libremente.
También se refirió a uno de sus últimos cuentos , contenido en su libro Septiembre Negro, en el que narra la historia del atleta checo Emil Zátopek, un zapatero checo que se convirtió en la ‘locomotora humana’ y que ganó cinco medallas olímpicas corriendo a pesar de parecer que siempre estaba “a punto de caer, siempre al borde la agonía”. En 1968, como coronel del ejército, quiso apoyar las reformas democráticas del nuevo gobierno pero, al tiempo que los tanques del Pacto de Varsovia las paraban, Emil fue desterrado a una mina de Uranio para posteriormente regresar a su casa a condición de trabajar como barrendero, “porque pensaban que aquel oficio era más humillante”.
Le asignaron una de las principales avenidas de Praga, para que todo el mundo lo viera, pero al tercer día, cuando se disponía a barrer no encontró nada que limpiar pues lo vecinos lo habían hecho por él… “Quizá a nosotros nos pase ahora algo parecido (…), parece que estemos a punto de caer pero no caemos. Y no lo haremos mientras cada uno barra su parte de acera”, manifestó, acercándose al final de un pregón que se cerró con el tradicional ‘viva’ a las fiestas y a Bembibre y con un “no bajéis nunca la cabeza”.
Las fiestas continuaron con la actuación de la orquesta Marbella -los fuegos artificiales y la hoguera se han cambiado al sábado por el tiempo-. El programa festivo se prolongará durante el fin de semana con numerosas actividades y eventos. VER PROGRAMA
Las fotos del pregón:
