Las últimas elecciones del año han dejado muchos interrogantes sobre el horizonte. En todo caso, en Castilla y León a Herrera y los suyos les ha ido, a pesar de todo, bastante bien. Recortes, crisis, desempleo y, como en la zona norte de León y Palencia, los absurdos retos a la industria energética minera con políticas nada claras y, a veces, rozando la altanería desde el Ministerio de Industria; pesaban como losas además de Púnicas, Bárcenas y las ramificaciones del Gürtel que hasta estas tierras llegan. Un morlaco de primera del que se ha obtenido las dos orejas y a punto se estuvo del rabo. Nada mal.
En León, el PP de Eduardo Fernández con la sombra de Antonio Silván se muestra tremendamente satisfecho y aliviado. Pero los vecinos de la izquierda moderada sin embargo hacen aguas por los cuatro costados. Contar con un diputado y un senador matemáticamente es el peor resultado de su historia. Mantener abiertas guerras internas en Bierzo, Astorga y León, por citar a las más señeras, se está cobrando dimisiones en cadena, huida de votos y una imagen pésima. Tan sólo un repunte en municipios mineros, media docena, no avala ni salva la cara a la actual cabeza provincial, Tino Rodríguez. Se nos dice que los más críticos piden una gestora provincial y los más moderados un congreso extraordinario en los primeros meses del nuevo año. En política solo puede premiarse al que gana elecciones, controlar el aparato no basta.
Crecidos están los de Podemos con su diputado y con los resultados regionales aunque no llegan a ser la tercera fuerza. No solo se han merendado a los comunistas clásicos de IU, sino que amenazan con cenarse al PSOE. De ahí que digamos lo de brumas y nieblas, que pueden desembocar en tinieblas. Ah, el experimento Ciudadanos camina a otro ritmo con un tercer lugar regional relativamente agradable, sin más.
Para ABC