PREMIOS MUJER 2024

En blanco

Yo también tengo derecho pero como ciudadano astorgano también tengo obligaciones. En toda mi vida, que recuerde,  es la segunda vez que asisto a un pleno municipal. La experiencia me gusta, pero confirma que la participación de los vecinos es casi nula. Anoche era uno de los mejores ejemplos de haber llenado el salón de plenos hasta la bandera. Solo estábamos una veintena de personas y entre ellas, los representantes de un colectivo -los hosteleros- los primeros en sentirse más afectados por la ordenanza de terrazas que se debía discutir.

Una verdad de principio, y al parecer no cuestionable,  es que Astorga es una ciudad monumental con un patrimonio histórico que enseñar y disfrutar. Aquí está la razón última de esta que quiere ser una ordenanza de uso y disfrute general de nuestro espacio público, espacio de todos, al que la pandemia vivida y la crisis consecuente, ha modificado y multiplicado por doquier.

La normativa aprobada anoche por los grupos políticos astorganos -votaron a favor Partido Socialista e Izquierda Unida y en contra Partido Popular y Unión de Pueblo Leonés- es una clara oportunidad de conocer en primera persona el modelo de ciudad que quieren o sueñan los astorganos. El proyecto tiene un mes para presentar alegaciones, ideas de unos y de otros para hacer de Astorga un lugar mas vivible y sostenible de lo que ahora es. Una ciudad de todos en la que las decisiones de unos y los intereses de otros puedan ser compatibles para el bien común.

No hay que ser muy perspicaz para saber que nunca llueve a gusto de todos. Pero si parece necesario, saber y conocer se antemano que ese todo -los ciudadanos- seremos siempre los que vamos a mojarnos. Esta en juego algo mas que el paraguas, es la oportunidad de conocer cual es el color y modelo que mas gusta a la mayoría. Y después, alcanzado el consenso, cumplirlo y exigir que se cumpla. Pero todo a su tiempo y con el debate suficiente para poder conocer el mayor número de opiniones de los colectivos mas afectado. Y el colectivo general mas importante no es otro -ni mas ni menos- que el ciudadano astorgano.

La ordenanza del espacio publico en el que se colocan terrazas y elementos de negocios particulares no puede interferir -interfiriendo-  en los derechos y obligaciones de sus otros vecinos. Hay necesidades superiores, pienso en el silencio y el descanso-  pero también es superior y necesario haber aprendido que los negocios que todavía perviven en Astorga puedan ser mimados y consentidos para que nuestra ciudad no acabe siendo un punto perdido en el mapa nacional.

Los hosteleros lo están pasando mal desde el minuto uno, pero no son los únicos y por desgracia son como otros colectivos y como los ciudadanos a los que pretenden dar servicio: son incapaces de sentarse, discutir, leer y poner pegas a los proyectos, redactar alternativas y pensar en la que debiera ser la mejor ordenanza para todos.

La tarea no es fácil. Si nos importa el bienestar del astorgano y de los miles de personas que nos visitan, habrá que escuchar y empezar a dar ideas para que las cosas empiecen a cambiar. Habrá que pensar que todos los días de la semana no son sábado pero que los astorganos vivimos aquí los 365 días del año y vemos -algunos con asombro y mucha desilusión- que los servicios que se presumen en la ciudad prefieren bajar la persiana alegando que “el negocio es el negocio” y que a falta de clientes -los turistas- sale mas rentable cerrar y esperar la bonanza.

No hay que pisar la calle para entender como razonable que todos los hosteleros tienen necesidad de un merecido descanso. Y ellos y no otros son los responsable de acomodar sus días libres a las necesidades que consideren mas oportunas. Son, parece los miércoles, como  enero y febrero los días y meses mas solicitados por estos sectores de la ciudad. Nadie les pregunta -faltaría mas- pero Astorga pasa a convertirse en lugar de paso dónde la única alternativa que se ofrece al viajero es salir corriendo.

Las terrazas en Astorga han llegado desde hace tiempo y han llegado para quedarse entre nosotros. Y aquí es donde empiezan las diferencias más sonadas, donde será difícil casar intereses y legislar a gusto de todos. El dueño de la terraza pedirá mano ancha, el vecino que vive encima exigirá su derecho a vivir tranquilo, el astorgano que se pasea, aprovechar el buen tiempo para sentar las posadera, el turista pedirá atención y de paso se hará unas cuantas fotos si ha caído en “zona monumental”…

Algo tan normal y sencillo como lo descrito en el párrafo anterior se convierte en un gran galimatías. El hostelero quiere barra libre, horas para amortizar los gastos e inversión hecha en su negocio. Es incluso capaz de sacrificar días libres y tiempo de sueño. No hay horas en el reloj ni personal suficiente para atender la demanda. El vecino, lo sabe, y en el mejor de los casos aguanta. El ruido puede obligarle a cambiar de hábitos, dejar la siesta e incluso la llegada del sueño para más adelante. El ruido se convierte en ciudadano invitado aunque solo sea por una breve temporada. El turista quiere y necesita más. No entiende que a las tres o a las diez no quieran darle de comer en algunos locales. En otros, estarán encantados de sentarlo en la terraza hasta las dos de la madrugada si fuese necesario. Y es que el fantasma de las vacas flacas no se borra de un plumazo…

Con este panorama es difícil consensuar y llegar a una ordenanza que se escriba al gusto de todos. Es bonito pensar que Astorga se lo merece, pero ese Astorga que soñamos y queremos no se parece en nada al que en realidad vivimos. Hace tiempo que esta ciudad se está quedando vacía. Es una pena que cuando nos piden dar ideas nos arruguemos y dejemos que sean otros quienes las pongan en papel para echarnos luego encima. Qué difícil es la tarea de legislar y legislar a gusto de todos. Qué difícil casar voluntades y buenas intenciones cuando hay dinero de por medio. Qué difícil, aunque nunca debe ser imposible, pensar entre todos la ciudad que vivimos todos los días y a todas horas sin necesidad de aprender que ya estamos haciendo futuro.