PREMIOS MUJER 2024

En Belén tocan a fuego

El villancico dice que “en Belén tocan a fuego, del portal salen las llamas”. En realidad se trata de una figura literaria. Pero esta navidad el fuego ha sido una cruda realidad, por razones muy distintas y en diferentes lugares.

Por una parte está el fuego lanzado contra decenas de cristianos, cuando salían de misa el día de Navidad en Bagdad, por unos fanáticos que no pueden disimular su odio al cristianismo. No es un hecho aislado, sino que este tipo de actos terroristas se repiten cada poco, siendo Nigeria pionera de esta práctica cruel. Ahora bien, es triste constatar que la mayoría de los medios de comunicación permanecen mudos a la hora de dar la noticia, y sobre todo que no se molestan en condenar estas persecuciones. Es otra forma de perseguir a los cristianos.

Otro fuego que también es noticia, no provocado por el ser humano, es el que ha destruido el santuario de la Virgen de la Barca en Muxía, en tierras gallegas. Es gratamente sorprendente la reacción dolorida de las gentes. En tiempos de crisis de fe se agradece comprobar que no se ha perdido la sensibilidad religiosa. Nada que ver en con una época no muy lejana de la historia de España en la que estaba de moda quemar iglesias y matar curas.

Entendemos perfectamente que los devotos de la Virgen de la Barca estén desolados al ver desaparecer unos signos que para ellos han tenido tanta importancia, que seguramente han marcado profundamente sus vidas. Y, sin embargo, es muy importante tener en  cuenta el valor relativo de las cosas.  Así, por ejemplo, es obvio que es más importante Dios que el templo y, sin embargo, a veces se pone todo el interés en las imágenes, en las cosas, mientras que a Dios, que es Espíritu, se le margina. Por supuesto que es mucho más importante la Eucaristía que los templos y las imágenes. Pero, sobre todo, el templo más importante es el ser humano. Y con cuánta indiferencia se destruye y se pisotea su dignidad… Y todos tan tranquilos.

No olvidemos que el mismo Jesucristo, que tanto apreciaba el templo de Jerusalén, no por eso dejó de relativizarlo, dándole siempre más valor a las personas. Aplicando esto a nuestras navidades, se da la circunstancia de que abundan quienes, aun sin ser creyentes, no por eso dejan de celebrarla. Otros, creyentes, se centran en los adornos, las comidas, los regalos, los belenes, los villancicos… y se olvidan del personaje principal, de Jesucristo, presente en su palabra, en la eucaristía, y en los más pobres, y en nuestro corazón, si lo dejamos entrar. No olvidemos que nosotros estamos llamados a ser un verdadero templo. Ojalá en estas navidades todas las campanas tocaran a fuego, al fuego del amor que tanto necesitamos.