PREMIOS MUJER 2024

El Turismo del Wolfran

José Manuel Soria, el inflexible ministro de Industria que ha puesto todas las trabas posibles al carbón palentino y leonés, dando la puntilla con su intransigencia a un sector que fue clave en la economía de esas dos provincias durante siglo y medio

José Manuel Soria, el inflexible ministro de Industria que ha puesto todas las trabas posibles al carbón palentino y leonés, dando la puntilla con su intransigencia a un sector que fue clave en la economía de esas dos provincias durante siglo y medio, destacaba esta semana en Burgos, como ministro de Turismo, cartera que también ocupa, “las enormes posibilidades” de desarrollo del turismo cultural e histórico en el que “Castilla y León es ciertamente puntera en toda España. El ministro Soria ya no ve en nuestra Comunidad otra cosa que no sean ruinas; lo de la industria y la minería, tema de su competencia, ha pasado a mejor vida. Nuestro futuro es el turismo y debemos aprovechar el incremento de turistas a nivel mundial que, hasta el año 2020, se estima en 1.400 millones de personas.

Es posible que el ministro, viendo la monumentalidad de la capital castellana –catedral, monasterios de las Huelgas y cartuja de Miraflores, iglesias de santa Gadea, san Esteban, san Gil, san Lesmes, arco de Santa María, museo de la Humanidad-, pensara en la enorme riqueza patrimonial de nuestra región en lo que se refiere a catedrales, iglesias, conventos y castillos, además de varias ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad. Ese es el turismo en el que sueña ¿Pensó también en el Patrimonio Industrial de Castilla y León? Quizá no, pero él está haciendo que muchas minas, con sus castilletes, lavaderos e instalaciones sean sólo eso, restos, vestigios, patrimonio histórico, porque esta actividad está herida de muerte.

 Castilla y León, pese a su precaria y tardía industrialización, conserva un importante Patrimonio Industrial, que la Junta ha inventariado en los últimos años, haciendo un esfuerzo económico loable. Ahora bien, la realización de ese inventario sólo se justifica si los bienes inventariados después se protegen y, si es posible, se reutilizan o se ponen en valor, por ejemplo desde el punto de vista turístico. Ya sé que no estamos en el mejor momento económico, que hay que ahorrar; pero hay que hacer el mayor esfuerzo posible para que tales bienes, al menos, no se deterioren aún más. No solo son parte de nuestro pasado y de nuestra memoria colectiva, son también recursos que hay que poner en valor, porque pueden ser fuente de riqueza. Si los dejamos desaparecer, algún día lo lamentaremos, como lloramos la destrucción inmisericorde durante la Desamortización o la Guerra Civil

Estos días los medios de comunicación han hablado de dos restos patrimoniales bercianos en grave peligro. Una la Placa del ferrocarril en Ponferrada, el otro las minas de wolfram de la Peña del Seo. De estas minas, que fueron explotadas durante la Segunda Guerra Mundial, tiempo que Raúl Guerra Garrido recreó en su novela El año del wolfran, y durante la posguerra hasta 1959, se conservan algunas instalaciones (lavaderos, línea de baldes) y el poblado de la La Piela, que el programa Leader quiso rehabilitar como lugar turístico en 1998. Hace unos días, la procuradora socialista, Ángela Marqués, presentaba en la Comisión de Cultura y Turismo de las Cortes de Castilla y León una proposición para incluir tales restos en la Ruta Europea del Wolfram, algo que, al parecer, sólo exigía ponerse en contacto con los impulsores portuguesas de esa ruta. El PP la rechazaba argumentando que tiene otras actuaciones más importantes a las que atender. Será verdad pero no parece un buen argumento.

De la Placa ponferradina ya he escrito y denunciado muchas veces su deterioro galopante, cuando se trata de unos de los edificios más singulares construidos por Renfe en la provincia de León, que debería haber acogido el Museo del Ferrocarril, como propuse entonces. No se quisieron oír mis razones, porque había que meterlo en el centro de la ciudad, para lo que se construyó un edificio feo y mal acondicionado, pensado más para un clima cálido y seco que para el del Bierzo. Este tipo de placa, con sus hangares, fue un modelo muy utilizado en los ferrocarriles europeos. En algunas ciudades, como Villanueva y Geltrú, ha sido reutilizado para instalar en ella su museo del ferrocarril, recuperando un edificio estéticamente agradable, funcional e histórico. La placa de Ponferrada, en el barrio de este nombre, no aguantará mucho más tiempo en las condiciones actuales; se vendrá abajo y luego lo lamentaremos. Pero que por protestar que no quede.