El Reloj se ha vuelto loco

C.C. F El reloj más famoso de la ciudad, el de la calle del Reloj, foco continuo de turistas y peregrinos, lleva una semana indeciso. La sorpresa de los vecinos tiene que ser mayúscula cuando van a comprar  el pan de buena mañana, y es la 1 y 35; van a tomar un chisme con la familia, por la tarde, y es la 1 y 35; van con sus chavales a animar a la Ponfe y cuando vuelven, ya de noche, ¿adivinan que hora es? Pues no, la 1 y 35 no, porque este reloj lleva un jet lag que no veas. Y para muestra, un botón. La 1 de la tarde marcaba las 10 de la noche.  Vamos, un descontrol. Ya me imagino yo al George o Michael de turno, maldiciendo y jurando en arameo, o en inglés, o lo que hablen los turistas extranjeros intentado adivinar porqué su reloj, sumergible a 5000 metros de profundidad, reflectante, con lucecita y acabado metálico marca una hora y la torre, vieja y desgastada, marca 9 horas más, o 3 menos, según se mire.

No deja de ser una anécdota, pero es cuanto menos curioso ver cómo pasan las horas, los días, y las manecillas del reloj, allí en lo alto de la torre, no cambian, o cuando lo hacen llevan un desfase bastante manifiesto. Los ciclistas del equipo suizo igual tienen que hacer gala de su pericia con los relojes y no con los pedales, para ajustar la precisión de este reloj renacentista que ha visto pasar por debajo de él más de 400 años. Mientras tanto, los vecinos no deben fiarse del casi siempre sincero monumento, que desde las alturas despista y hace dudar a propios y extraños, porque este reloj se ha vuelto loco.

Eso sí, si son ávidos lectores y van a comprobar la veracidad del hecho, fíjense bien. Antes de tomar esta noticia por un dislate, miren bien las dos caras del reloj, ya que una (la que da a la plaza del  Ayuntamiento) da bien la hora, y otra (la que da a la calle) se equivoca.