En estos días hemos asistido el enésimo error de bulto del Presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. Esta vez, el error ha sido un gesto y la explicación a posteriori ofrecida por el propio Presidente
El gesto, levantar el dedo corazón teniendo el resto de dedos encogidos, es universalmente interpretado como un insulto y una muestra de desprecio. Mañueco va tan sobrado, que pensó que su gesto no quedaría registrado, que sólo lo verían sus amigotes ante los que le resulta fácil hacer bravuconadas. Pero se equivocó. Hay fotografías y videos que no dejan lugar a dudas. El Presidente, en el mismísimo hemiciclo de las Cortes de Castilla y León, realizó ese gesto grosero que ya le acompañará mientras dure su actividad política. Lo hizo hastiado de la actividad parlamentaria, de tener que dar explicaciones, de tener que pensar y argumentar, harto de tener que rendir cuentas, es decir harto de la democracia. Lo hizo dando la espalda a la procuradora que en ese momento intervenía, porque para hacerlo de frente habría que tener algo de lo que carece totalmente este Presidente.
Y luego, al publicarse las imágenes pensó que lo arreglaría con un “fue un gesto involuntario que no tenía intención de ofender”. Veamos. Dice “gesto involuntario”, o sea que Mañueco no controla. ¿Cuántas más cosas realiza el Presidente de forma involuntaria? A ver si va a estar ahí el origen de esa costumbre suya de no asumir nunca su responsabilidad. El siempre le adjudica la culpa a otros, hasta el punto de renegar del control del movimiento de su propio cuerpo. Y respecto al “no iba con intención de ofender” pues ¿con que intención iba entonces? ¿Puede tener otra intención ese gesto?
Si tomamos por buena su propia explicación, se inhabilita para estar al frente de la institución. Es un peligro. Por un lado, desconoce los códigos mínimos de conducta. No sabe lo que ofende y lo que no. Por otro lado, no controla los gestos que hace su propio cuerpo. Es un riesgo que no podemos asumir, no vaya a ser que en plena negociación, por ejemplo, con los empleados públicos, se le levante el dedo; o a punto de firmar un acuerdo con el operativo de extinción de incendios se le levante el dedo; o a la hora de firmar un pacto con patronal y sindicatos, en vez de firmar, se le levante el dedo… Aunque también es cierto que en estos escenarios es difícil verlo porque bregarse con la ciudadanía para intentar solucionar problemas, da trabajo, y eso no entusiasma precisamente al Presidente.
Un Presidente que se ha colocado él solito en esta vergonzosa situación por carecer de valor para pedir disculpas. Ha preferido hacer el ridículo y jugárselo todo a un gesto involuntario