PREMIOS MUJER 2024

El mago Merín

La nómina de magos bercianos es, más bien, modesta. Uno recuerda vagamente a Mister Burbia, aquel villafranquino que se lanzó al mundo de las ferias y mercados con los viejos trucos de siempre, con su atuendo ajado, con sus adminículos descascarillados y con su incapacidad lastimosa para que los conejos salieran de la chistera en el momento oportuno. O bien se adelantaban, o bien se atrasaban.

No más ilustre fue la vida del Profesor Barjacoba, un viudo cacabelense que iba por los colegios del Bierzo haciendo magia barata, de poco nivel. Y que, con todo, nos emocionaba mucho a los niños cuando lo veíamos en el salón de actos. El profesor Barjacoba murió hace ya muchos años. Aunque nunca se jubiló de su trabajo, al que se dedicó cuando quedó en el paro, lisiado en un taller de estructuras metálicas, y con una pensión muy baja.

Luz Luna Pez, que no sé si se llamaba así o era su nombre artístico, fue la única maga berciana de la que tengo noticia. También iba por los colegios, en su caso de monjas, aunque más que maga, era una especie de mística estrafalaria, que solo utilizaba la baraja, no admitía otro elemento. Naipes que ella movía con mucha gracia para deducir luego pintorescas frases y sortilegios, tan místicos como chiflados, pero que quedaban muy bien en los colegios de la fe.

Luz Luna Pez trabajó solo dos o tres años, lo suyo fue más bien una ventolera, un desatino dulce, y jamás salió del Bierzo en sus andanzas. La última vez que la vi, allá por 1980, era una mujer mayor y jovial, que me dijo que siempre había querido ser la amante de Julio Lazúrtegui, al que llegó a conocer en su niñez porque don Julio, aquel gran bilbaíno, estuvo hospedado en casa de su tía doña Jerónima del Campo y Lemos, vizcondesa de Vizbayo.

Rindo honor a esos magos idos, pero yo quiero hablar ahora del mago “Merín”. No Merlín, sino “Merín”. Porque se llama Baldomero López Fernández, familiarmente “Baldomerín”. Este hombre es funcionario del Estado en Ponferrada, donde nació en 1957, y es un mago del que nadie tiene noticia. Él, además, nunca actuó en lugar alguno: para él la magia no es una elección sino un destino. Y lo lleva con tal secreto que mujer se enteró hace apenas un año de la condición de mago de su esposo. Todo esto lo digo porque soy amigo de la pareja, y tengo mucha confianza con ellos.

¿Qué magia ejerce, entonces, el mago “Merín”? En las pasadas Navidades me lo contó Baldomero López mientras charlábamos en un bar ecologista de la calle Carnicerías después de saludarnos muy efusivamente en la plaza de la Encina porque hacía muchos años que no nos veíamos.

Desde luego, no me podía imaginar lo que me reveló:

-A veces voy por la calle y se me aparecen ciudades. Y me invaden. Me llevan con ellas.

-¡Caramba!

-Esa es mi magia.

-Ya -le dije-; pero tendrás que explicarte mejor. ¿Por qué no me cuentas la última ciudad que se te apareció?

-Fue durante el verano pasado, cuando estaba en Matarrosa del Sil, donde había ido a ver a mi primo Raimundo, que está muy delicado el pobre. Entonces, cuando iba cerca del río, Matarrosa se convirtió en Venecia. Te vas a reír pero así fue. Venecia pura y bella, que yo conozco bastante bien porque he ido allí tres o cuatro veces.

-¿Venecia con sus canales y todo, y con el puente del Rialto?

-¡Exacto! Y cuando yo avanzaba por Matarrosa, en realidad estaba en la plaza de San Marcos, rodeado de turistas. No te rías, que es así.

-No me río, no; no me interpretes mal.

-Fíjate si Matarrosa era Venecia que hasta pude comprar el periódico de la ciudad, “Il Gazzettino”. Y pasé por delante del teatro de la Fenice, donde leí el programa de ópera para la función de la noche.

-¿Fuiste a verla?

-Cuando me acosté, la vi entera en sueños. Con todos sus detalles, hasta los más nimios. Como cuando el contratenor tuvo un gallo.

-Bueno, sí… Pero todo eso puede ser solo una ficción.

-Podría ser, no digo que no. ¿Pero qué me dices del periódico, que aquí llevo conmigo? Mira la fecha, que es la de ayer, cuando estuve en Matarrosa.

-¡Es increíble…!

-No tanto.

-¿Pero cómo dices eso?

-Verás, creo que todo es más sencillo.

-Pues aclárame cómo.

-Yo soy un mago del espacio, eso es. No conozco a ningún otro; puede que no haya más en el mundo.

Nos despedimos al poco, ya era el atardecer. Cuando se marchó, camino de su casa en la calle Alcón, yo me fui a dar un paseo por la orilla del río, desde donde vi el puente de la Puebla, el castillo, las casas nuevas, los árboles… Y una góndola que pasó bajo el puente. Luego pasó otra. Y una tercera, en la que iba el mago “Merín”, que me saludó con una alegría más bien melancólica. Eso me pareció.

CÉSAR GAVELA