El general invierno sigue siendo, como en tiempos de Napoleón, determinante en algunos tipos de batallas, como la climatológica. Nieva un poco más de lo previsto y se paraliza el país, quedan atrapadas miles de personas en sus coches en modernas autopistas y tiembla la clase política ante el cabreo generalizado de la opinión pública. Qué poco hemos avanzado. Sí, mucha tecnología vía satélite, enorme capacidad de previsión, competitivas redes sociales informando, todos los medios materiales del mundo y grandes estrategas al frente de nutridas divisiones de mantenimiento y, al final, el general invierno sigue ganando batallas. En pleno siglo XXI. Ay, si Napoleón hubiera contado en su época con todos estos medios humanos y tecnológicos. Quizás hoy aún seguiría ondeando la bandera gabacha en Moscú.
En la provincia leonesa se viven sin dramas este tipo de inconvenientes climatológicos, aunque ahora, la verdad, es que ya no nieva como antes. Y cuando la hace, la gente resiste, aguanta y hasta disfruta porque está preparada para ello. El problema es que en la mentalidad del urbanita no se sabe conjugar el verbo nevar. Da igual que se advierta hasta la saciedad que se avecinan olas de frío con posibilidad de grandes nevadas, al final se lanza a la carretera sin medir bien las contrariedades a las que puede enfrentar. Con toda la información necesaria, pero sin cadenas o sin saber cómo instalarlas, con la gasolina justa para el trayecto y con poca ropa de abrigo. Y que sea lo que Dios quiera. Pero Dios no está para intervenir frente a los elementos. No es de su competencia.
Ante cualquier contrariedad se exige una respuesta inmediata. Todos somos ciudadanos de un país moderno y sujetos de unos derechos reconocidos en la Constitución. Menos el del sentido común, claro. ¿Qué ha habido negligencia por parte de las autoridades?, pues claro. Porque si los ciudadanos/conductores estaban avisados de la que se podía venir encima, más lo estaban las autoridades. Y es evidente que las medidas preventivas no han funcionado o se han mostrado escasas e ineficaces.
Y lo curioso –o no- es que el mayor estropicio se ha producido en autopistas de peaje, de peajes caros, donde el usuario paga a cambio de la prestación de unos servicios básicos. Por ello hace bien el Gobierno en abrir un expediente a la concesionaria de la autopista AP-6, una de las más caras de España. Sus gestores fracasaron estrepitosamente en la gestión de esta crisis. Y deben asumir su responsabilidad. Porque es curioso que mientras las autopistas privadas se colapsaban, las autovías del Estado o de las autonomías solventaban con eficacia las dificultades.
La oposición cumple con su papel de exigir responsabilidades y dimisiones. Hace unos años, otra nevada parecida llevó a Mariano Rajoy, entonces en la oposición, a pedir la dimisión de la entonces ministra socialista Magdalena Álvarez por el bloqueo del aeropuerto de Madrid a causa de otra nevada. Ahora es el PSOE y otros partidos los que cumplen con su obligación de rasgarse las vestiduras y exigir todas las dimisiones posibles del Gobierno del PP. Mañana saldrá el sol, dejará de nevar y todo se olvidará hasta el próximo invierno. Y todos olvidarán, de nuevo, la necesidad de elaborar un protocolo de actuación eficaz ante este tipo de adversidades climatológicas, gobierne quien gobierne. El general invierno seguirá ganando batallas, sin duda.