Uno, dos, tres, ¡boom! O, ¡splash…! Porque la lluvia ha vuelto a Ponferrada y parece que se va a quedar con nosotros, para darle emoción a nuestras vidas. Caminando por la capital del Bierzo en días de agua te la juegas más que en el mítico Buscaminas de los noventa. De las mil partidas que habré jugado nunca conseguí esquivarlas todas. Tampoco conozco a nadie que lo haya conseguido pero… ¿quién puede decir que no ha pisado ninguna baldosa ponferradina y le ha llegado el agua como poco hasta las rodillas?
Al menos el juego te iba dando pistas sobre las posibles zonas de mayor peligro pero ¿las aceras? Las aceras son traicioneras. ¡Es un parque de atracciones de minas continuo! Esquivas una baldosa y te mojas con las cuatro siguientes. Luego nos critican a los bercianos que llevamos el coche a todas partes. En nuestra defensa diré que puede ser por nuestro afán por salir limpios y aseados de casa y llegar de la misma guisa a nuestro destino. Por otra, por puro instinto de supervivencia porque para sobrevivir a alguna de las olas de agua (bien sucia, por cierto) que provocan los adoquines se necesitaría tener como mínimo el carné de socorrista.
Qué asco más grande cuando te miras el pantalón, después del splah, y te lo encuentras mojado de agua, barro, arena… ¡Un completo vamos! Que en el Buscaminas te explotaba la mina y volvías a empezar pero en la vida real después de pisar donde no debías sigues adelante hecho un cuadro. Y no quiero yo buscar culpables en el municipio o el cambio climático sobre este tema, no se me vaya a entender mal, pero es verdad que es un problema endógeno con difícil solución pero que quizá debería pararse. Esto en Camino de Santiago no pasa, por ejemplo. Algo bueno tenía que tener jubilar las baldosas en favor del hormigón impreso. Y no, esto tampoco es que esté yo a favor o en contra de las obras de la segunda fase de la calle.
Ya les contaré a mi vuelta de Berlín cómo solucionan los alemanes el tema del adoquinado cuando llueve, porque el miércoles que viene no hay columna.