PREMIOS MUJER 2024

El buen empresario

Era, tan sólo en apariencia, una fría mañana de lunes invernal. En la céntrica plaza de la otrohora Ciudad del dólar los habituales grupos de jubiletas buscaban el cachín de acera donde los inexistentes rayos de sol calentasen sus aburridos cuerpos. En la esquina del callejón, un pequeño tumulto de personas se agolpaban. El motivo de tanto interés no podían ser las cotidianas esquelas pegadas con celo en la pared, había gente joven y esos ya ven diariamente las esquelas, si es que les importan, en EBD-DB. Además, varios coches de Policía Nacional franqueaban la entrada y la salida del estrecho pasaje… Así comenzaba una auténtica semana de pasión para la familia Martínez y de locura para los medios de comunicación en general.

Por todos son de sobra conocidos los hechos. Ahora en todos los lugares del Bierzo en generla y de Ponferrada en particular, unos exclaman que todo eso se sabía desde hace años, bajo el amparo de una forma de ejercer el noble ejercicio de empresario con formas, vamos a decir, poco ortodoxas. Que se lo pregunten si no a Lindo Castro. Otros argumentan que ésto con “don José”, “el gran jefe”, “el número uno”, “el viejo” (caramba cuántos apodos para una persona sola) no hubiera pasado; que no hubiese dejado que el tema se hubiese salido tanto de madre. Incluso los hay, pocos pero existen, que afirman y defienden la múltitud de puestos de trabajo creados y las muchas bocas agradecidas que durante décadas han alimentado los negocios de esta singular familia. Desde luego, a nadie han dejado indeferentes. También, no se puede omitir, las múltiples vendettas que muchos agraviados tenían y tienen pendientes con el Grupo M.N. con lo que no tardaron ni una hora en cargar contra el emporio todas sus fuerzas… y sus tintas, pues el principal enemigo se crió en casa y desde hace lustros espera en frente como los pistoleros en los duelos callejeros del salvaje oeste. Ah, claro, estámos en la Ciudad del dólar.

Medio mundo hemos tenido algún tipo de relación y contacto con él, con ellos. Personal, laboral, casual…Hay para todos los gustos. Todos tienen, tenemos, nuestra versión de las personas, pero una sóla verdad esconden los hechos. Y a esos sólo le cabe dictaminar a la Justicia en este mundo y a la Divina en el otro. A este periodista de provincias le enseñaron, creo haberlo publicado en algún lugar más, primero sus padres y después sus profesores, que el empresario es una profesión donde la primera característica radica en la actitud de emprender, crear un negocio. Pero para contar también con la aptitud, ser empresario lleva intrínseca la filosofía moral del trabajo. Esa que hace que cada uno asuma un lugar en el proceso productivo. Si bien unos fabrican, crean, elaboran…Otros piensan, diseñan, negocian…No se trata de vivir del sudor de los de enfrente, sino de la propia frente de cada uno. Eso sí, cada cual cumpliendo su papel asignado contractualmente. Pero el bien o servicio, el producto resultante no tiene como último fin crear riqueza para el empresario sólamente, sino para toda la sociedad. De ahí, si el trabajo realiza a las personas, la distribución de la riqueza obtenida cierra el círculo perfecto del buen empresario. Quien arriesga, quien trabaja y quien lo culmina recibirá cada cual su parte alícuota en el proceso. En este sentido puede dar igual ser editor de prensa, constructor o funcionario. Sin embargo, saltarse las mínimas normas básicas en fines espúreos marchitan la esencia del empresario. Y en este asunto, tanto los unos como los otros, incluso los terceros más pequeños transgreden los principios básicos generales y particulares de las empresas y sus sectores específicos. Ni unos son los únicos malos malísimos, ni otros son los buenos buenísimos. Y al igual que Rousseau habla del mito del buen salvaje, también podemos referirnos aquí del modelo del buen empresario. Al menos de lo que debería ser cuando uno escoge esa profesión.

En lo que atañe a un sentido del compeñismo respecta, a muchos periodistas y profesionales de la comunicación asimilados, nos duele y no sólo en este medio se ha expresado durante la semana, que colegas de profesión sobrevivan a duras penas con retraso de meses en sus retribuciones mientras en la planta de al lado se guardaban auténticas fortunas. Eso no puede ser. En la medida que conocí esa casa y otras similares, es un modo de proceder punible legalmente y errático a la larga. Generalmente inducido por el grupito de lugartenientes que al lado de los grandes empresarios y cargos públicos y privados, como las sanguijuelas, extraen silenciosamente para sí la sangre ajena sin que en el primer nivel se den verdaderamente cuenta de la realidad por estar abocada al fracaso personal en primer lugar, empresarial a la larga. Los hay, contrariamente, quienes recientemente metidos en harinas parecidas, no duermen hasta que no saldan al día sus deudas con compañeros-empleados y colaboradores, manteniendo transparentes y blancas sus cuentas. Cuestión de conciencia o, símplemente, de educación.