La Deportiva es de Segunda. Con todo el mérito que supone haber superado tres eliminatorias durísimas ante Cornellà, Cartagena y Hércules. Con todo lo que supone haber reconducido el rumbo de la nave a mitad de temporada, cuando las cosas empezaban a torcerse. Y Ponferrada y el Bierzo se lo merecían después de tanto tiempo acumulando una mala noticia sobre otra. Un equipo en Segunda no saca a la comarca de la crisis, pero al menos es un motivo para sonreír.
El trabajo de toda la temporada se ha visto recompensado de la mejor manera, triunfando en una fase de ascenso casi perfecta -lástima esos últimos minutos en Cornellà- y demostrando una superioridad poco habitual en estas lides, donde normalmente las cosas se resuelven en destellos. La Deportiva asciende a Segunda tras dar dos exhibiciones de fútbol en dos escenarios de categoría como el Cartagonova y el Rico Pérez, y, por supuesto, después de tres partidos rozando la perfección en El Toralín.
El equipo ha tenido durante toda la temporada el sello de su entrenador (sin desmerecer lo más mínimo el trabajo de Cali Trueba, genio en la sombra). Jon Pérez Bolo fue un currante como futbolista y lo sigue siendo en los banquillos. Llegó a Ponferrada sin más currículum que tres temporadas en el Arenas de Getxo, donde por cierto también logró un ascenso, pero con la humildad y el trabajo por bandera ha llegado a la gloria del fútbol profesional.
Tiempo habrá de pensar en el futuro, en renovaciones y en fichajes. Ahora toca disfrutar, por fin, de una alegría. La que nos ha dado la Ponferradina con el ansiado ascenso a Segunda División. Adelante y arriba.