El Bierzo, desde el inicio de la democracia, ha sido un feudo de la izquierda durante más de dos décadas. La minería, las centrales térmicas y media docena de grandes empresas sostenían desde siempre un movimiento sindical y social muy en sintonía con el socialismo en el poder. El PP, tras su viaje al centro liberal, pasó una larga etapa desértica con raras excepciones localizadas.
Una vez asentado el aznarismo en el Gobierno de España y en casi todo el Estado, El Bierzo fue perdiendo su condición de santuario del PSOE con presencia también de la facción comunista, IU o sus diversos nombres. Así hasta el punto de llegar a un clímax en legislaturas pasadas donde el azul era prácticamente monocolor. Ahora las excepciones eran algunos alcaldes del puño y la rosa que no habían sucumbido al empuje popular.
Actualmente, la fragmentación de siglas es tal con la aparición de Ciudadanos y Podemos, a los que hay que añadir regionalistas, incluso independientes exPP e independientes exPSOE. Toda una sopa de letras que han hecho del Bierzo un avispero tremendamente difícil de manejar. Y claro, sin gobiernos fuertes tampoco hay logros importantes que obtener en instituciones superiores.
Aún con todo, por citar el de la capital comarcal, en el Ayuntamiento de Ponferrada el difícil equilibrio se ha logrado de forma sorprendente. Se dialoga y pelea cada decisión, no siempre con el sentido del deber a los demás, eso también es cierto, sino por una tarea de desgaste que hace del gobierno de Gloria Fernández Merayo toda una superviviente a prueba de bombas. Su partido, el PP, debería espabilar y atender algo más a esta alejada zona del imperio regional: minería, centrales térmicas, infraestructuras, autovía a Orense, a Villablino, el olvidado tren a Coruña, la Ciuden en retroceso, la plaga de los incendios o el apoyo al fértil campo berciano bien lo merecen.
En ABC