PREMIOS MUJER 2024

El ansia de poder

Sería demasiada ingenuidad pensar que la sociedad puede ir bien sin autoridad. Tiene mucha razón el dicho de que  “donde no manda nadie mandan todos y donde mandan todos no manda nadie”.  Luego alguno tiene que mandar. Hay quienes, debido al mal concepto que tienen de los políticos, dicen que pasan de política; pero se equivocan, porque, unos u otros, siempre hay alguien que mande. La abstención nunca es indiferente  y siempre favorece a alguien.

Decir que todos los políticos son malos es una generalización que, como tantas otras generalizaciones, puede resultar injusta. Ahora bien, no cabe duda de que siempre tienen la tentación de utilizar el poder en provecho propio, de mirar sus propios intereses, de hacer carrera.

A veces se considera casi como un dogma la división entre políticos de izquierdas y de derechas. Con frecuencia tal división en la realidad no se da, sino que es totalmente artificial. No es cuestión de ideologías, sino de intereses. En la Edad Media el que quería tener poder se arrimaba a donde podía encontrarlo. Así algunos procuraban seguir la carrera eclesiástica porque era una forma de tener poder e influencia, al margen de su celo por las cuestiones de la fe. Ello explica que hubiera eclesiásticos indignos de serlo. Y a muchos que querían tener poder en tiempos de Franco no les importaba ser falangistas o adictos al régimen. El caso era mandar y obtener los correspondientes beneficios.

Lo mismo ha ocurrido al llegar la democracia a España. Sin duda hay gente que se ha movido por la ideología o si se quiere por las ideas, pero otros han calculado dónde podrían sacar más provecho y se han inclinado por lo que les parecía más rentable, e incluso llegan a cambiar de bando, si la causa lo requiere. Por eso a la hora de la verdad las diferencias suelen ser mínimas entre unos y otros. Todos pueden tener la tentación de la corrupción, del amiguismo, del aferramiento a la poltrona…

Así, por ejemplo, si uno de derechas piensa que puede ganar más  votos aplicando el programa de la izquierda, no tiene inconveniente en hacerlo. Lo estamos viendo con el Partido Popular en el tema del aborto. De ahí que, por desgracia, muchos no sean de fiar. También se da el caso de quienes por sistema llevan la contraria al adversario político, aun sabiendo que no tienen razón, porque estaría mal visto apoyarlo. Por eso se hace tan difícil llegar a consensos, si bien hay temas en los que el consenso no debería existir, pues no caben medias tintas.

En resumen, que se echa mucho de menos que noble ejercicio de la política sea una forma de servir a la sociedad, por convertirse en mera ansia de poder.