PREMIOS MUJER 2024

El agua o la vida

En algunos documentales con fondo ecologista sobre la importancia del agua dulce sobre el planeta Tierra suelen terminar su narración con el peligro que, para nuestras vidas, corre la falta cada vez mayor del oro transparente y su progresiva privatización en unas pocas grandes compañías explotadoras de ese recurso.

Sin querer escribir aquí un alegato tremendista con tintes de falso progresismo, lo cierto es que en la historia de la humanidad el hombre ha asentado sus reales cerca del agua. Por algo será. Hoy en día, con tanto avance tecnológico y de ingeniería civil se puede asentar toda una ciudad, hasta un Estado entero en medio de la nada. Ejemplos de ello son Las Vegas o las famosas ciudades árabes donde el maná petróleo se reinvierte en dar vida al sueño del emir de turno. Hace años, concretamente dos décadas, en mi último viaje a los campos de Tinduf donde viven olvidados de la política exterior mundial más de cien mil antiguos españoles de hecho y de derecho, el pueblo saharaui, visité unos pozos financiados por la ONU y por sociedades de cooperación que vertían su preciado líguido para regar unas incipientes explotaciones agrícolas y hasta una granja avícola en medio del más terrible y desolado desierto. Hasta tuve la oportunidad de tomar un baño, un lujo por ser un invitado de su Gobierno, cuando llevaba más de una semana de Mauritania a la “zona liberada” y de ahí de vuelta a Argelia, sin probar más agua que la del té que nos preparaba el chófer del Toyota militar hasaní.  Es cuando uno comprende cómo las cosas más ínfimas son las más importantes de la vida. Hay quien tiene piscina privada y tampoco es feliz. Curioso.

El agua es un bien y un recurso vital.  Su uso y abuso nos ha llevado a adoptar una política de intervención pública severa. Nadie en su sano juicio concibe una vivienda sin agua. Como derecho básico ganado a través de siglos de existencia y vivencia urbana nuestros representantes públicos deben velar por su servicio en las mejores condiciones posibles para el ciudadano. Cuando la privatización del servicio del agua comenzó se tildaba a los municipios que adoptaban esa medida como antisociales, de derechas al servicio de tal o cual empresa y capital.

Es cierto que las empresas de gestión del agua curiosamente acaban siendo propiedad de grandes firmas capitalistas. El sector ha vivido una guerra caníval en la que los cambios de nombres y de marketing esconden una realidad que no es otra que tan sólo media docena de grandes empresas controlan el mercado del agua español. Recientemente tuve ocasión de compartir mesa en un grupo de debate al que pertenezco en Madrid con José Luis González Vallvé.  Si, sí, el que fuera Consejero de Industria de la Junta y alto funcionario de la UE en tiempos de Juan José Lucas. Ahora, este alto funcionario metido a político por un tiempo, es el presidente de la patronal de las empresas acuíferas españolas. Y he podido verlo haciendo grupo de presión o lobbing ante altos cargos del Gobierno. Es decir, haciendo lo que sabe hacer y muy bien, por cierto.

Fernando Álvarez y Emilio Cubelos, tras la Comisión Informativa de Hacienda
Fernando Álvarez y Emilio Cubelos, tras la Comisión Informativa de Hacienda

Les narro todo esto para que vean que cuando abren el grifo de su casa, la manguera para lavar el coche, o riegan sus plantas de la terraza están realizando un acto sencillo en el que detrás del chorrito del agua existe un mundo muy complejo. Ponferrada no ha sido distinta de otras ciudades. A pesar de contar con un clima más bien húmedo, la carencia del río Oza para el suministro de toda la urbe siempre fue un dolor de cabeza para los gobernantes locales. Con la traída del Bárcena siempre se reforzó y se garantizó el suministro. Pero lo cierto es que la calidad es diferente, y de eso, no es leyenda urbana, se jaztaban los que vivían en la zona alta de la ciudad. Ahora ya eso no es así. Todos bebemos lo mismo.

El Ayuntamiento otorgó la concesión a Aquagest, ahora Acuona, pero que son las dos Aguas de Barcelona y a su vez de una central francesa. Por ser una concesión muy larga el municipio se embolsó mucho dinero con el que hacer obras públicas y servicios para todos. Pero también dejó abierta la puerta a una rentabilidad asegurada a la empresa que vio amenazada cuando descubrió el estado real de una red de abastecimiento tan amplia, las tomas piratas en decenas de fincas y viviendas dispersas, así como no se le permitió subir el precio tal y como rezaba el contrato al menos el ipc interanual. Lógicamente, en esas condiciones el agua estaría a precio de cabiar y ningún gobernante se quería poner la soga política al cuello. Y la deuda creció y creció. La empresa lo intentó todo, hasta por las malas, esto es, amenazando vía judicial para sacar sus réditos de tan costosa operación.  Al final, el Bipartito, ha llegado a un principio de acuerdo de reconocimiento de deuda y pagos aplazados. Bien. Pero la moraleja quizás vendría por preguntarse por qué demonios no tenemos un agua barata en un lugar donde abunda y por qué hay que llegar a estos extremos en la gestión. Esperemos que en el próximo recibo del agua no nos venga acompañado con la frase: “El agua o la vida” y tengamos que ponernos manos arriba.