PREMIOS MUJER 2024

Difunta juventud

Aunque pocas cosas hay tan seguras como la muerte, tendemos a pensar que sólo mueren los demás, como si nosotros fuéramos inmortales. Ahora la gente dura más años y eso hace que los más jóvenes vean la muerte como muy lejana. Antes se moría en casa y en casa se ponía la capilla ardiente. Ahora, por lo general, se muere en el hospital. Después se lleva al muerto al tanatorio y si se incinera ya casi no queda ni rastro. Y en caso de llevarlo al cementerio se mete en un nicho y no como antes que impresionaba ver u oír caer la tierra sobre el ataúd. Antes los niños veíamos a los muertos e íbamos como todo el mundo a los entierros. Ahora, a los niños se les procura mantener apartados cuando muere alguien, para que no se traumaticen. De alguna manera la muerte se está convirtiendo en un tema tabú.

Cuando llegaba el día de Todos los Santos o el Día de los fieles difuntos, lo normal es que fuera todo el mundo al cementerio. Para los más pequeños era una experiencia interesante, aunque no exenta de miedos o pesadillas, pero te hacía enfrentarte con la realidad de la vida y de la muerte.

El día de Todos los Santos tuve ocasión de celebrar la misa en tres cementerios. Llama la atención que casi sólo asiste gente mayor. Ni los niños ni los jóvenes hacen acto de presencia. Eso sí, habrán intentado divertirse con sus calabazas y sus máscaras, como ciegos seguidores de esa estúpida y pedante moda del Halloween. Por supuesto que el significado de la fiesta de Todos los Santos y de la Conmemoración de Todos los fieles difuntos se pierde totalmente para ellos. Es una ruptura casi total con la tradición y con la fe cristiana. En esto como en otras ocasiones hay una clara vuelta al paganismo. La Navidad es sólo para divertirse, la Semana Santa para ir de vacaciones, las fiestas de los pueblos para hacer el botellón, y el domingo para dormir. Eso es lo que hay. Siendo sincero, me parece demencial la forma actual de divertirse de los jóvenes. Y no hablo de memoria, sino que lo veo con mis propios ojos. Más de una vez he pateado algún fin de semana los lugares y ambientes por donde transcurre la vida nocturna de nuestros jóvenes y me parece realmente demencial, repugnante y asquerosa. Probablemente sea más progre ponerse de su lado y darles la razón, al tiempo que nos autoinculpamos de carcas y anticuados por pensar de otra manera.

La gran noche del Halloween ha sido especialmente trágica este año en Madrid, pero no pensemos que ello va a suponer un cambio especial en el modo irracional de divertirse de nuestra juventud. Se buscarán mil culpables o mil disculpas, pero seguirá justificándose el desmadre. Es triste que haya que pasar por la angustiosa experiencia de esos desconsolados padres y madres para comprender que nuestra sociedad está desquiciada. Se dirá que la juventud siempre fue una edad un poco loca, pero nunca se llegó a estos extremos.

Cierto que no todos los jóvenes son así. Los que tuvimos la suerte de vivir presencialmente la Jornada Mundial de la Juventud, pudimos comprobar cómo es posible reunir no a diez mil o veinte mil jóvenes, sino a dos millones y no haber una sola escena de violencia ni un solo coma etílico. Más aun, saber guardar un impresionante silencio en actitud de adoración. A pesar de todo, una gran mayoría, aunque no quiera saber nada de la muerte ni de la suerte de los difuntos, está realmente muerta, tal vez esperado una voz como la que el Divino Maestro dijo al hijo difunto de una pobre viuda: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”.